BAMB� PRESS
Prensa alternativa pol�ticamente incorrecta

El Ba�l de las Noticias (*)

Manuel Ugarte, el precursor

Rodolfo Puiggr�s
Peri�dico El D�a
Suplemento Dominical El Gallo Ilustrado
M�xico, domingo 20 de abril de 1975

En junio de 1896 se fund� el la Argentina el Partido Socialista. Viv�a el pa�s en plenitud la etapa del trasplante de pedazos de Europa, como lo hab�a programado el inspirador de la Constituci�n de 1853, Juan Bautista Alberdi. Llegaban masivamente capitales y mano de obra que desarrollaron un sistema econ�mico agroexportador, dependiente de Gran Breta�a. Tambi�n transmigraron las ideolog�as pol�ticas del Viejo Mundo occidental. Los reci�n llegados izquierdistas inculcaron en sus primeros conversos la concepci�n de un capitalismo universal homog�neo al que opon�an un socialismo universal tambi�n homog�neo. Recogieron del liberalismo cultivado por la oligarqu�a terrateniente e ilustrada la divisi�n de los pueblos en civilizados y b�rbaros. Civilizados eran para ellos Inglaterra, Estados Unidos, Francia y Alemania, porque el elevado nivel de la educaci�n p�blica permitir�a pasar, seg�n esperaban, del capitalismo al socialismo pac�fica y progresivamente. Confinaban a la Argentina y a toda Am�rica Latina en el submundo de la barbarie, cuyo atraso social requerir�a una labor pedag�gica a la que se consagr� el Partido Socialista. El doctor Juan B. Justo, su fundador, aspiraba a formar un “proletariado inteligente y sensato”, que salvara al pa�s de la baja “pol�tica criolla”, y a educar al ignaro pueblo en las idea morales del socialismo. Junto a ese proletariado socialista preve�a la presencia de un “capitalismo inteligente y avanzado” para que ambos -aqu�l conquistando posiciones y �ste cedi�ndolas- impulsaran la evoluci�n pronosticada por su maestro Eduardo Bernstein: “una disminuci�n relativamente progresista en el n�mero de capitalistas y una riqueza creciente del proletariado”.

El doctor Justo negaba con obstinaci�n la existencia del imperialismo y, por lo tanto, de pa�ses coloniales y dependientes. S�lo admit�a la ant�tesis civilizaci�n y barbarie. Pensaba que era indispensable civilizar primero a los pueblos para implantar el socialismo. Uno de sus disc�pulos ortodoxos escrib�a m�s tarde que “caemos en el absurdo nacionalista si vemos una desgracia en la acci�n coordinada del imperialismo”.

Tales eran las ideas predominantes en el Partido Socialista, cuando Manuel Ugarte se adhiri� a �l, en septiembre de 1903, en una conferencia p�blica.

La pol�mica

El ingreso de Ugarte al Partido Socialista coincidi� con la invasi�n de los Estados Unidos en varias naciones de Nuestra Am�rica, despu�s del anuncio del secretario de Estado, Richard Olney, de que la doctrina de Monroe significaba que su pa�s era soberano en el continente y sus deseos deb�an interpretarse como �rdenes. El ne�fito hizo o�r su voz de condena con la esperanza de que fuera recogida por sus compa�eros, pero La Vanguardia, �rgano oficial del Partido, aprob� el desgarramiento de Colombia y la edificaci�n del Estado de Panam�, por donde deb�a pasar el canal del imperialismo. Escrib�a Juan B. Justo:

“Mucho y bueno tenemos que aprender del gran pueblo norteamericano. Como todas las rep�blicas sudamericanas, este pa�s (Colombia) estuvo mucho tiempo convulsionado por las guerras civiles. El canal de Panam� contribuir� probablemente a su progreso, entrando de lleno en el concierto de las naciones pr�speras y civilizadas”.

Manuel Ugarte le respondi�: “Protesto contra los t�rminos poco fraternales y contra la ofensa inferida a esa rep�blica, que, que merece nuestro respeto no solo por sus desgracias, sino tambi�n por su pasado glorioso y su altivez nunca desmentida. Al decir que Colombia entrar� 'de lleno en el concierto de las naciones pr�speras y civilizadas', se establece que no lo ha hecho a�n, y se comete injusticia dolorosa contra ese pa�s, uno de los m�s generosos y cultos que he visitado durante mi gira.”

De su viaje por el continente, Manuel Ugarte extrajo conclusiones que esclarecieron definitivamente sus ideas. “El hecho indestructible -dir�a- es que sacrificando las doctrinas para preservar sus intereses, los Estados Unidos, preparan la dominaci�n mundial para la cual se creen elegidos”. Comprob� que Nuestra Am�rica “encerraba una vigorosa tendencia nacionalista, pero no en el sentido de expansi�n, sino en el sentido de defensa”, tendencia que le convenci� de que el socialismo deb�a partir de las realidades nacionales y latinoamericanas.

La expulsi�n

La Vanguardia se llen� de insultos al rebelde que desafiaba su dogm�tica seudosocialista; “Ugarte viene empapado de barbarie, viene de atravesar zonas insalubres, regiones miserables, pueblos de escasa cultura, pa�ses de rudimentaria civilizaci�n. Y no viene a pedirnos que llevemos nuestra cultura litoral a nuestro norte atrasado para extenderla despu�s, si se quiere, m�s al norte. No. Viene a pedirnos una solidaridad negativa, una ayuda de guerra para combatir por la hostilidad sin objeto a los Estados Unidos. Quiere complicarnos en el atraso pol�tico econ�mico y social de esas pobres rep�blicas que est�n a nuestra cabecera sacudidas por sus males internos, quiere la regresi�n para nuestra patria... �Y qu� es, nos preguntamos los socialistas, el peligro yanqui comparado con la anarqu�a interna de tales naciones?”

Juan B. Justo alab� las guerras coloniales en las p�ginas disparatadamente antol�gicas de Teor�a y Pr�ctica de la Historia (Buenos Aires, edici�n de 1931, p�gs. 125 y siguientes), libro que gui� los pasos de su partido. Leemos:”Con un esfuerzo militar que no compromete la vida ni el desarrollo de la masa del pueblo superior (?), esas guerras franquean a la civilizaci�n territorios inmensos. �Puede reprocharse a los europeos su penetraci�n en �frica porque se acompa�a de crueldades? �Pero vamos a reprocharnos el haber quitado a los caciques indios el dominio de la pampa? Nada extra�o, pues, que a mediados del siglo pasado, la exuberante civilizaci�n norteamericana, en dos peque�as expediciones militares, quitara extensos territorios, no al pueblo de M�xico, formado por miserables y esclavizados peones (?), sino a la oligarqu�a de facciosos que lo gobernaba... No puede atribuirse a otra causa el hecho singular de que apenas libres del gobernador espa�ol, los cubanos ri�eron entre s� hasta que ha ido un general norteamericano a poner orden y mantener en paz a esos hombres de otra lengua y de... (incompleto: error de impresi�n).

Era la torpe apolog�a del imperialismo norteamericano. Ugarte se revel� altiva y en�rgicamente. Dec�a en El porvenir de Am�rica Latina (segunda edici�n) p�g. 153:

“Los cerebros m�s independientes, los hombres m�s fr�os tienen que simpatizar con el Transvaal cuando se opone a la arremetida de Inglaterra, con Marruecos cuando se encabrita bajo la invasi�n de Francia, con Polonia cuando, a pesar del reparto, tiende a reunir sus fragmentos en un �mpetu admirable de bravura, y con Am�rica Latina cuando contiene el avance del imperialismo que se desencadena sobre ella para ponerle un collar de protectorado y arrastrarla hacia el trust, hacia el prejuicio de raza y hacia la paradoja culpable de la dominaci�n universal”.

Insist�a en El Destino de un Continente (p�g. 53):

“Para nosotros no existe ni arbitraje, ni derecho internacional, ni consideraci�n humana... As� se instalaron los ingleses en Las Malvinas o en la llamada Honduras Brit�nica, as� prosper� la expedici�n del archiduque Maximiliano, as� se consum� la expoliaci�n de Texas, Arizona, California y Nuevo M�xico. Estamos asimilados a ciertos pueblos del Extremo Oriente, o del Afrecha Central, dentro del enorme proletariado de naciones d�biles, a las cuales se presiona, se desangra, se diezma y anula en nombre del progreso y la civilizaci�n.

El hereje fue expulsado del Partido Socialista en circunstancias que engrandecen su figura; se dispon�a a partir a M�xico a “contribuir a la defensa y a competir la suerte del pueblo hermano”, entonces amenazado por una intervenci�n de los Estados Unidos, cuyo presidente Teodoro Roosevelt, el del big stick, visitaba Buenos Aires y La Vanguardia se complac�a de la “sencilla y entusiasta recepci�n” de que hab�a sido objeto (6 de noviembre de 1913).

Lejos de su Patria, escribi� m�s de cuarenta libros. Pronunci� decenas de conferencias en memorables giras por el continente. As� vivi� entre el deseo de actuar y el empuj�n de los que no quer�an que actuara, entre su impulso hacia la clase obrera, como eje de la emancipaci�n de nuestros pueblos y los trepadores que le cerraban el paso. As� vivi� hasta los 70 a�os, fiel a su divisa: “Creo que el socialismo debe ser nacional”. Era hombre sin compromisos, fuera del compromiso con su pasado de infatigable luchador antiimperialista. Mientras los disc�pulos de Juan B. Justo se asociaban con el embajador norteamericano Spruille Braden, el general Per�n lo designaba embajador en M�xico. Una calle de esta ciudad lleva su nombre y un mural de la Universidad de Guayaquil, entre las figuras de los grandes de Am�rica Latina, aparece la suya.

Su largo combate explica lo esencial de la historia argentina de este siglo. Ojal� hubiera vivido para asistir al desenlace triunfal.


[Tomado de www.elbauldelasnoticias.com.ar De Eva Troxler]

(*) El Ba�l de las Noticias es un sitio de noticias recopiladas entre los a�os 1974 hasta 1982 de diarios mayoritariamente mexicanos y argentinos referidos a temas como Petr�leo, Derechos Humanos y Pol�tica de Argentina, temas referidos a la Ant�rtida e Islas del Atl�ntico Sur y noticias pol�ticas generales de M�xico como tambi�n de Am�rica Latina y del resto del mundo. Estos fueron recopilados por Federico Guillermo Troxler (1922-1982) durante su exilio en la ciudad de M�xico D.F. hasta poco antes de su fallecimiento el 15 de Febrero de 1982 ocurrida al muy poco tiempo de su arribo a su tierra natal- Argentina-, despu�s de padecer una grave enfermedad. Contaba con 59 a�os. Pero el exilio se convirti� en un hueso muy duro de roer, m�s que las c�rceles sufridas en la Patagonia durante los a�os de persecuci�n al peronismo, y termin� minando en forma fulminante y por poco tiempo su gran vitalidad y truncando sus proyectos de al volver al pa�s, poder continuar con su tarea y su lucha cotidiana de hacer de la Argentina un pa�s m�s justo e independiente.

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