ALBERTO PARISÍ

Pensamiento Crítico Latinoamericano

(CONCEPTOS FUNDAMENTALES)

Volumen I

 PENSAMIENTO CRÍTICO LATINOAMERICANO

Conceptos Fundamentales

 Ricardo Salas Astraín
Coordinador Académico

 EDICIONES UNIVERSIDAD CATÓLICA SILVA HENRÍQUEZ
2005


ALBERTO PARISÍ  (ARGENTINA)

CONTRADICCIÓN / CONFLICTO

INTRODUCCIÓN:

            Si bien debe reconocerse una cierta polisemia en conceptos tales como contradicción, conflicto, antagonismo, lucha, oposición, etc., todos ellos ligados a las distintas teorías sobre la dialéctica y sus respectivas tradiciones, se necesitan algunos acuerdos semánticos mínimos, para poder siquiera exponer la temática. En función de ello propondremos el término contradicción como concepto que remite a oposiciones o antagonismos inherentes a la propia realidad social, de carácter estructural. Con ello, no se propone ninguna metafísica de la contradicción, sino que se señala la índole no homogénea, no lineal y no estática de lo social. Tampoco se quiere negar su carácter discursivo, lo cual no significa que adhiramos a los excesos del "giro lingüístico" el cual, por temor a referirse a cualquier esencia (lismo), ha terminado -en diferentes casos- expresándose en relatos sobre las bondades de la fragmentación y la evanescencia Debe precisarse, asimismo, que con la postura que aquí se asume se rechaza la vieja impugnación de Popper, para quien la contradicción sólo podía ser un atributo o característica de los enunciados, no así de la realidad 2. Auinque sea una ingenuidad teórica pensar una realidad social "sin contradicciones" (lo mismo que imaginarla metafísicamente "contaminada" por contradicciones), debe indicarse que las contradicciones sociales son fechables: esto quiere decir, son históricamente determinadas, sus causas, empírica y parcialmente ubicables. No provienen de determinismos genéticos, la fatalidad, el sinsentido o desde "fuera" de la historia.

            El carácter real, empírico, históricamente determinado de las contradicciones sociales y su dimensión estructural, son el "telón de fondo" de la interacción social. Ello no implica que los actores sociales a priori, sean conscientes de esta dimensión objetiva de su existencia social. Pero pueden llegar a serlo parcialmente, pueden llegar a serlo grupos, sectores sociales, individuos, etc. Siempre en principio, las inercias de la vida social conducen a la naturalización de las condiciones objetivas. Es por ello que las contradicciones no se expresan ni automática, ni lineal ni necesariamente en conflictos abiertos, que pongan en tela de juicio los supuestos de cualquier orden social dado. Los conflictos, pues, conllevan tanto un grado mayor de percepción de las propias condiciones objetivas por parte de los actores sociales involucrados, cuanto un mayor nivel de demanda, organización y confrontación con aquellas condiciones mencionadas. En relación a las contradicciones, los conflictos sólo expresarían un "descongelamiento" inicial, parcial, de la naturalización sobre la que reposan las mismas. No nos indican más; por ejemplo, los conflictos no son una garantía en relación a la direcciónque asumirán, a la potencialidad que tendrán para desbloquear las contradicciones en el sentido de una resolución positiva de las mismas. Con ello, quiere decirse que la relación entre conflicto y contradicción no es necesaria, sino contingente; no se trata de una secuencia mecánica o lineal, sino compleja y que dependerá -para fijar su sentido y dirección- de las prácticas sociales portadoras de demandas, organización y confrontación de los actores sociales. De últimas, la expansión y recomposición de los conflictos se expresará en el ámbito de lo político, como confrontación y debate de los diferentes actores sociales en torno al poder social, sus formas de construcción, acumulación y gestión. Decimos "en el ámbito de lo político", en la medida que postulamos que el conflicto abierto "no legitimado" es una expresión de descongelamiento de la contradicción "sin norte", sin capacidad de producción de novedad histórica y social y,  paradójicamente, con una fuerte capacidad de destrucción y reforzamiento, en última ins tancia, de las contradicciones que se pretendieron asumir y resolver. Toda esta temática debería articularse con la cuestión clásica de la praxis y, en lenguaje gramsciano, con el proceso de constitución de la hegemonía. 3.

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DELIMITACIÓN HISTÓRICA

            1. Esta antigua temática filosófica, cuyos desarrollos pueden seguirse en las diferentes teorias de la dialéctica, tiene hitos clásicos en el pensamiento griego, vgr.: Platón 4, Aristóteles 5. De los estoicos a la edad media pueden encontrarse innumerables textos, autores y momentos del tratamiento de la dialégueszai griega. En el idealismo alemán se encuentra otro momento decisivo: la  Doctrina de la ciencia de Fichte y Hegel,  por supuesto: La Fenomenología del Espíritu y la Ciencia de la Lógica, textos clásicos ya consagrados. 6 Un tercer momento esta constituido por la obra de Marx y el contexto de su produccción: desde lo que aprendió de los críticos de Hegel, en especial L. Feuerbach (La filosofía del porvenir, por ejemplo), los trabajos de E Engels (sólo algunos, básicamente su L. Feurbach y el fin de la filosofía clásica, alemana) y la posterior y problemática tradición del "socialismo científico". Ello se verá con más claridad en el siglo XX: por un lado la dogmática tristemente célebre del Diamat, que no aportó nada teórica o empíricamente que pueda considerarse significativo, y sí resultó un retroceso conceptual generalizado. Por otro lado, autores y desarrollos de relevancia, tales como G. Lúkacs 7, la Escuela de Frankfurt 8, el pensamiento gramsciano, Sartre 9, Merleau-Pon-ty 10, Goldmann 11, Kosik 12, Dussel 13 y filosófos reconocidos de las escuelas italiana, yugoslava y checoslovaca. Enumeración parcial de lo que fue la contracara del Diamat, a lo que habría que añadir la producción de filósofos de habla sajona, españoles, africanos, asiáticos y latinoamericanos.

            El pensainiento latinoamericano siguió, en gran medida, el molde europeo. El discurso oficial partidario (básicamente, los PC) siguió recitando la "vulgata marxistaleninista". El mundo académico presentó matices y algunas elaboraciones de indudable valor conceptual: sólo algunos nombres para reconocer una producción que se expresó en estudios sociales, políticos, epistemológicos, etc: Mariátegui, Silvio Frondizi, Alfredo Llanos, Ricaurte Soler, Serrano Caldera, González Casanova; etc.etc..

            Dos movimientos merecen una atención especial: "Pasado y Presente", nacido en Córdoba (Argentina) en la década del '60, como escisión notablemente progresista del PC argentino (y con figuras de gran relieve, como José Aricó, el introductor-traductor de Gramsci en Latinoamérica) 14 y el movimiento de intelectuales surgidos en torno a la revista "Dialéctica" de la Universidad Autónoma de Puebla, México, que se comenzó a publicar en 1976. Un tratamiento especial merecería el pensamiento del.filósofo argentino residente en México desde 1975, Enrique Dussel 15.' El cuadro precedente es, necesariamente incompleto. No refleja ni expresa el conjunto de la producción que por países, por ejemplo, aportó a un debate sobre la cuestión de la dialéctica, en general y, de la contradicción en particular. Salvada esta observación debe añadirse que ello tampoco es el objetivo principal de este escrito.

            2. Con los cambios originados a partir de las crisis del Estado de Bienestar, la tercera gran revolución científico técnica, el fin del modelo de acumulación keynesiano y la creciente imposición del "giro lingüístico" en la filosofía y las ciencias sociales, se llegó -entre otras consecuencias- a un eclipsamiento notable del "marxismo occidental". En Latinoamérica, el discurso académico desertó del desafío de seguir pensando y resignificando la llamada racionalidad dialéctica (cosa que ocurrió por cierto, primeramente en Europa). Ahora bien, un filósofo latinoamericano radicado desde los '60 en Inglaterra (Universidad de Essex) llevará a cabo una significativa empresa: desde el corazón de los supuestos del "giro lingüístico", fuertemente ligado al pensamiento de Lacan y Derrida, intentará retomar y redefinir cuestiones centrales del discurso dialéctico. Nos referimos a Ernesto Laclau. Si bien su producción al respecto ha abarcado textos que van desde finales de los '70 hasta comienzos del siglo XXI 16, Laclau acuerda inicialmente con Popper, para quien hablar de "realidad contradictoria" no tiene sentido; en función de eso, sólo las proposiciones pueden considerarse contradictorias. No obstante y, paradójicamente, nuestro autor concluirá que "...las proposiciones son también parte de lo real y, en la medida que existen empíricamente proposiciones contradictorias, es evidente que existen contradicciones en lo.real" 17. Sorprende que un pensador formado dentro de una perspectiva por demás diferente, flexible y rica que la popperiana, coincida, por una parte, con Karl Popper, epistemólogo impermeable a la historicidad y con fuertes prejuicios en relación a la dialéctica; por otra, que reitere una afirmación sorprendentemente banal, como es decir que la. contradictoriedad de lo real proviene de que las proposiciones -que sí pueden ser contradictorias- existen empíricamente. La verdad es que esto último y la afirmación de la "discursividad de la realidad social'' -central en el planteo de Laclau- tienen poco y nada que ver.

            En realidad, Ernesto Laclau va a ir en otra dirección, más allá de este desafortunado y paradójico encuentro y acuerdo con Popper. Para el filósofo argentino radicado en Essex, la.cuestión a pensar es la del "antagonismo" (que nosotros aquí llamamos "contradicción"; el propio Laclau identificó ambos conceptos hasta 1980, según lo aclara él mismo en una nota a pie de página en su  Hegemonía y..., pag. 144).             

            En el tratamiento del antagonismo, Laclau llevará al extremo los supuestos del "giro lingüístico"; en realidad, habría que decir que sesga su análisis por uno de los derroteros débiles del famoso "giro", por lo que concluirá elaborando una nueva metafísica del antagonismo y la diferencia, como veremos 18. No porque trate lo social como "discursivo" (de hecho hace claros esfuerzos para que se comprenda qué significa esa sustantiva afirmación), sino porque dentro de la estrategia de su concepción "antagonismo" y "diferencia" quedarán al interior de una comprensión por demás problemática y una relación asimismo igual. Para Laclau, el antagonismo deviene de que, además de Ego, también esta Alter; la presencia de uno siempre atenta contra la plenitud de la presencia del otro. Esta imposibilidad de un positividad plena u objetividad plena originada en la diferencia (igual que en la metafísica de Hegel, donde el descubrimiento del otro llevará a la conciencia -que se autocomprendía una y única- a un desgarramiento y a la instauración de.una relación desigual, expresada en la figura del amo y el esclavo) 19 constituirá la génesis del antagonismo. "...en el caso del antagonismo nos encontramos con una situación diferente: la presencia del Otro me impide ser totalmente yo mismo. La relación no surge de identidades plenas, sino de la imposibilidad de constitución.de las mismas" 20.

            Si bien Laclau no replicará totalmente el derrotero de .Hegel (que concluye el proceso dialéctico en la reconciliación de los opuestos o contradictorios -reconciliación harto problemática ya que, como se puede constatar en. la Ciencia de la Lógica, la conciencia de lo otro no será sino  una nueva determinación de lo uno), sí ha pensado la contradicción –en su caso, el antagonismo- en perspectiva hegeliana: es siempre el otro quien me limita y constituye el origen del antagonismo.. Como si el "ideal de ser'' fuera que sólo debería existir Ego, y Alter emergiera para liniitar, confrontar, antagonizar. Esta perspectiva de fondo trágico y melancólico para entender al otro, además de ser una metafísica al modo hegeliano, tiene la "desventaja" respecto de Hegel de que ni siquiera puede plantearse la reconciliación, ya que es una versión secularizada del pesimismo religioso de la alteridad del filósofo alemán. "...el antagonismo es el fracaso de la diferencia...", señala Laclau 21; ¿no es esto un hegelianismo secularizado, hecho desde los flancos débiles que ha manifestado el "giro lingüístico"?.

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DELIMITACIÓN CONCEPTUAL

            En relación y en función de lo expresado previamente, plantearia inicialmente que dos cuestiones deben destacarse 22: la "hegelianización" de la contradicción (es decir, volverla un atributo   metafísico de la realidad) y la conversión de la diferencia en una ilusión. Ello sería explicable, en principio, a partir de cuánto se sea tributario de la herencia del fllósofo alemán. Expondré estas cuestiones confrontándolas con la tradición del pensamiento dialéctico histórico-social.

            1. En diferentes tradiciones donde se sostuvo el discurso dialéctico, no únicamente el Diamat sino tradiciones más actuales como la escuela de Althusser {uno de cuyos descubrimientos fue retomar el pensamiento de Mao y especular sobre el mismo)  a pesar de su rechazo verbal de Hegel, se pensó desde la tradición metafísica hegeliana. Así en Mao  y, mucho mas rígidamente en el Diamat, bastó con que se comenzara por afirmar que "todo es contradictorio" 23, se prosiguiera con que las contradicciones generan cambios cualitativos y se terminara constatando que ello implicaba haber descubierto el "secreto" de la historia. Bastaba aplicar este esquema a cualquier proceso y en cualquier escala para advertir que existe una dinámica de las contradicciones que, inexorablemente, conduce a resultados esperados 24. Se llegó a identificar groseramente contradicción con diferencia, de tal modo que era "dialéctica" tanto la totalización de las diferencias, como la totalización sobre las diferencias (es decir, se identificó la totalización que se construye a partir de la fecundización de las diferencias como la que se yergue sobre la eliminación de las mismas). Por ello, hay que reafirmarlo con claridad: las contradicciones no son garantía per se, de movimiento ni resolución dialécticos. Sólo un "fetichismo de la contradicción" puede resignar el curso de la historia y su comprensión, a las solas potencialidades espontáneas e inmanentes de la misma. Proseguiremos ahondando en estas cuestiones, a partir de un análisis algo pormenorizado del discurso de Hegel, en sus obras centrales.

            2. La contradiccion mistificada

            Hegel fue un notable "lector" de la historia, que supo comprender que su desarrollo no es lineal ni homogéneo, sino contradictorio; y que en la superación de las contradicciones, la historia devenía totalización dialéctica. Sin embargo, para Hegel, las contradicciones, por más que aparecieran empíricamente en la historia y la sociedad, no podían entenderse en y por la historia y la sociedad, sino que debían remitirse al plano profundo del sujeto espíritu; en ese nivel podían entenderse y resolverse. Esto implica plantear desde ya una hipótesis de lectura de la contradicción en Hegel: para él la contradicción se revela en la historia y la sociedad, pero en realidad ello no es sino su apariencia. En esencia, la contradicción pertenece y se resuelve (el momento de la "reconciliación") en el ámbito del sujeto-espíritu, como ya afirmamos. La contradicción deshistorizada aunque con efectos empíricos visibles es, pues, de caracter "metafísico" (asumiendo el término en un sentido peyorativo, como cuando se quiere decir que una expresión es mistificadora, portadora de la "mala abstracción").  Esta contradicción no-histórica, de entidad empírica al modo platónico, aparece a los ojos profanos de repente, como un desastre natural inesperado. Es una suerte de pecado original inexplicable dentro de la historia; pero si poseemos las claves o el secreto de la verdadera historia -secreto y claves sólo comprensibles en las honduras especulativas- sabremos qué es, de dónde viene y a dónde va. Un texto muy ilustrativo de esta cuestión se encuentra en la Filosofía del Derecho, parágrafos 243-248, donde Hegel se planlea la contradicción surgida en.el capitalismo de su época, por efecto de la fuerte concentración de la riqueza; (pocos se han apropiado de la mayoría de los bienes y las masas -la "plebe" según el texto- se debaten en la mayor miseria). Cualquier solución inmediata que se plantee (mayores tributos a la riqueza o soluciones filantrópicas) no harían sino profundizar la contradicción emergente; como lo dice Hegel, ello llevaría a "...aumentar la indigencia en la riqueza". Sin.embargo, desde el punto de vista de su teleología histórica, Hegel advierte la racionalidad de la contradiccion al postular cómo ello impulsará a los pueblos avanzados (lo que será el capitalismo colonialista inglés y europeo continental) al dominio ultramarino (la segunda colonización) para resolver por ese medio la contradicción planteada. Es muy importante hacer notar que para el filósofo alemán dicha contradicción expresada en la historia empírica de su tiempo no se explicaba inmanentemente: venida desde fuera  -"sin aviso previo"-  y anclaba en un escenario empírico "inocente" (la libre sociedad civil, preocupada en producir y progresar), no tiene solución ni salida, como se ha dicho. Se trata de una maldición o sino trágico. Sin embargo, visto el problema desde el desarrollo del sujeto-espíritu, la racionalidad superadora y reconciliadora se improndrá finalmente: "aparecerán" las colonias como espacios donde obtener nuevos consumidores, nuevas fuerzas productivas y nuevas fuentes de trabajo e inversión. Y hay que hacer notar, además, que el motor de toda esta empresa no será un estrecbo deseo de sóla ganancia, sino esencialmente una nueva actitud espiritual: la elevación del deseo de lucro, su fluidez y purificación por el peligro y la renuncia a los placeres inmediatos. Así este nuevo “enlace” -término expresado por Hegel- (el comercio colonialista) adquirirá un lugar y un sentido racional en la historia universal. 

            3. La contradicción mistificada,  momento del método dialéctico idealista

            Profundicemos un poco más el concepto de contradicción en cuanto despliegue del espíritu en cuanto proceso del saber (i.e. desarrollo del concepto) o método dialéctico idealista. Para ello, habrá que detenerse brevemente en textos de la obra central de Hegel, la Ciencia de la Lógica 25. Allí, el proceso dialéctico comienza en el mismo punto de partida que la Fenomenología del Espíritu: la absolutez de la conciencia inmediata. "Por tanto, el comienzo no tiene, por el método, ninguna otra determinación que la de ser lo simple y universal [o universalidad abstracta e inmediata, A.P.]; esta es, precisamente, la determinación por la cual el comienzo es defectuoso… (pero) tiene que poseer el don del impulso para llevarse adelante 26. Hegel expone, pues que si el comienzo (la conciencia inmediata) es defectuoso, porque aún no está desarrollado, no obstante posee en sí mismo la capacidad de su autodespliegue. Será en este autodesplegarse donde aparecerá la contradicción como momento necesario. En efecto, cuando la conciencia inmediata, en el momento del juicio, afirma algo exterior a ella, distinto de ella, es cuando emerge la contradicción: "Este momento del juicio, por cuyo medio lo universal inicial se determina por sí mismo como lo otro con respecto a sí, tiene que ser llamado el momento dialéctico. ...(en él) lo inmediato ha perecido en el otro; pero el otro no es esencialmente el negativo vacío, la nada, ... sino que es el otro del primero, lo negativo de lo inmediato..." 27

            Al afirmar en el juicio una existencia exterior a sí misma, la conciencia inmediata afirma algo que está más allá de sí, exterior a su sustancia espiritual. Pero en ese mismo instante se rompe el encantamiento de su absolutez y universalidad iniciales ¿Qué ocurre, entonces? Que la conciencia inmediata, por sí misma, ha entrado en contradicción (recuérdese la "conciencia desgarrada" de la Fenomenologia del Espiritu).

Uno podría presumir que este doloroso desencantamiento se convertiría en un camino sin retorno, a partir del cual la conciencia se abriría defitivamente al orden de lo otro que está fuera de la misma. Pero, pensar así sería ser poco hegeliano; implicaría creer que la contradicción puede doblegar al sujeto-espíritu, romper con sus "reglas de juego", imponerle condiciones. De ninguna manera: la contradicción no negará a la conciencia como absoluta e incondicionada, motor de su propio desarrollo, .motor de lo real. Sólo negará su inmediatez para que, a continuación, la propia conciencia advierta que ese "otro" que parece existir más allá de sí misma, es solamente una nueva determinación...de la propia conciencia.

            Hay un texto lapidario de la Ciencia de la Lógica, probablemente uno de los más sublimes del pensamiento de Hegel, donde se manifiesta con mayor hondura el núcleo duro del idealismo; dice así:"...el método [dialéctico, A.P.] tiene que ser reconocido como la manera, ilimitada, universal, interna y externa, y como la fuerza absolutamente infinita, a la que ningún objeto, mientras se presente como exterior, alejado de la razón e independiente de.ella, podría ofrecer resistencia, esto es, conservar frente a ella una naturaleza particular y recusarse de ser compenetrado por ella.  Por eso, el método es el alma y la sustancia, y cualquier cosa es concebida y conocida en su verdad sólo cuando está totalmente sometida al método…el método no es sólo la potencia suprema o, mejor dicho, la potencia única y absoluta de la razón, sino también su supremo y único impulso, que lo lleva a encontrar y conocer, por sí misma, a sí misma en toda cosa”. 28

 Es este poder del sujeto espíritu el que, como señalamos anteriormente, convierte a la diferencia en una ilusión; ya Sartre había afirmado que en Hegel la ".. .conciencia del Otro...es el ser otro de la conciencia" 29. Y, en este mismo sentido, T. Adorno sentenció que "Desde el momento en que Hegel resuelve consecuentemente lo diferente en la pura identidad, el concepto pasa a ser garantía de lo no conceptual, la trascendencia es capturada por la inmanencia del espíritu y prácticamente eliminada al convertirse en la totalidad de éste" 30. Por ello entendemos que Hegel pudiera decir en la Enciclopedia de las ciencias filosóficas que "La esencia no es sino pura identidad...en sí misma...; contiene, pues, esencialmente la determinación de la diferencia" 31. Como hemos visto, pues, la contradicción ha jugado el papel endógeno y necesario de negación de la inmediatez, para relanzar al sujeto espíritu a la conquista de lo (que parece) otro. La negatividad especulativa   (negación o superación de la contradicción   -o "negación de la negación"-) conseguirá triunfar sobre lo pretendidamente otro, al demostrar que éste (la diferencia, de últimas) no vive sino de la vida racional del espíritu. Por lo tanto, la conciencia, en el momento de la contradicción no experimentó sino la ilusión de una diferencia "diferente". Pero lo que siempre y reiteradamente se termina imponiendo es la identidad del sujeto espíritu, que se engulló la diferencia.

            4. La crítica la dialéctica idealista desde el discurso dialéctico histórico-social

            ¿Es inexpugnable la posición hegeliana? Ya Feuerbach no pensaba eso. La atacó desde algunas "posiciones débiles" del sistema hegeliano: la cuestión de la sensibilidad. Para el crítico de Hegel, la sensibilidad y el amor se constituirán en nuevos criterios epistemológicos que posibilitarán abordar dimensiones de la realidad más allá del logos hegeliano. Por ello, para Feuerbach la dialéctica pierde el carácter de gigantesca tautología al interior del sujeto espiritu, y se abre a la alteridad real y efectiva del otro. Casi concluyendo su Filosofia del porvenir nos previene asi: "la verdadera dialéctica no es un monólogo solitario del pensador consigo mismo, sino diálogo entre yo y tú" 32.

            En cuanto a Marx -un momento fundacional de lo que hemos llamado "dialéctica histórico-social"- deben hacerse algunas observaciones previas. En primer término, en sus obras maduras trabaja esencialmente en una lectura científico-crítica del Modo de producción capitalista y no en la elaboración filosófica epistemológica de categorías. Debe, eso sí, en muchas ocasiones detenerse y precisar teóricamente sus categorías, pero siempre en función de sus objetivos centrales. En este sentido, más se tienen que reconstruir categorías teóricas, que recogerlas ya elaboradas y explicitadas (cosa que no ocurre con el filósofo profesional que es Hegel En segundo término, asumir a Marx implica una lúcida crítica a por lo menos dos momentos de su discurso, que van a contramano de su rol como clásico o piedra basal de una dialéctica histórico-social. Nos estamos refiriendo tanto a algo más que "coqueteos" con Hegel al embarcarse en una suerte de filosofía de la historia, al modo hegeliano. Recordemos los trabajos periodísticos de Marx sobre el problema colonial, en la década de 1850; en relacion a Mexico y la India, la figura de Bolivar y otros tópicos, nuestro autor desarrolla una concepción del curso histórico que asume como eje de comprensión totalizadora, el propio desarrollo del capitalismo (que se suponían que justamente debía -allí- criticar). De esta forma, aunque lamente moralmente que México haya perdido la mitad de su territorio nacional, o que las fuerzas productivas de la India hayan sido destruidas por el capitalismo colonialista inglés, pareciera que asiente al fatalismo de un desarrollo implacable, que no puede tener otra alternativa. De este modo, por ejemplo, Marx concluye en relación a la India: "De lo que se trata es de saber si la humanidad puede cumplir su misión sin una revolución a fondo del estado social de Asia. Si no puede, entonces, y, a pesar de todos sus crímenes, Inglaterra fue el instrumento inconsciente de la historia al realizar dicha revolución. En tal caso, por penoso que sea para nuestros sentimientos personales el espectáculo de un Viejo Mundo que se derrumba, desde el punto de vista de la historia, tenemos pleno derecho a exclamar con Goethe: “Quien lamenta los estragos/ si los frutos son placeres/ ¿no aplastó a miles de seres/ Tamerlán en su reinado?'. 33

            En tercer lugar, cierta herencia positivista que siempre acechó y problematizó la producción marxiana. Entre varios lugares, recuérdese cuando en el Epílogo a la segunda edición del tomo I de El Capital (1873), Marx consiente y reafirma lo dicho por un crítico sobre su obra, quien aseveró lo siguiente: "Marx concibe el movimiento social como un proceso de historia natural, regido por leyes que no sólo son independientes de la voluntad, la conciencia y la intención de los hombres, sino que, por el contrario, determinan su querer, conciencia e intenciones." 34.

            Hechas estas importantes salvedades, intentaremos explicitar algunas caraterísticas centrales de la concepción de la contradicción y los conflictos en el discurso marxiano. Se debe aclarar, finalmente, que el desarrollo que sigue se funda, en gran inedida, en Ia clásica exposición que Marx hiciera en la Introducción los Grundrisse 35.

            En primer término, en la concepción de Marx las contradicciones son históricamente determinadas y sociales; vale decir, que han desalojado las premisas metafísicas con que se presentan en el discurso de Hegel. La inteligibilidad de la contradicción no se sitúa a nivel especulativo (el orden del sujeto espíritu), sino en el terreno de la historia y la sociedad. Esto no significa que postule momentos históricos en que "no hubo" contradicciones y en dónde, por lo tanto, la historia y la sociedad habrían constituido una unidad simple, originaria, armónica y auto-transparente. Por el contrario, enfatizar el carácter de historicidad determinada reafirma el rechazo a una necesidad metafísica de la contradicción. Así, por ejemplo, cuando Marx -en El Capital- postula una contradicción inherente a todas las sociedades productoras de mercancías (contradicción que en la sociedad/mercado capitalista encuentra su máxima expresión en la figura del fetichismo de la mercancía), no plantea un problema historiográfico acerca de la fecha de comienzo de tal contradicción 'antes" de la cual no habría habido contradicciones; más bien su planteamiento tiende a explicarnos el orígen específico de esa contradicción, posibilitado en determinada forma histórica de las relaciones sociales.

            En segundo lugar, el carácter antimetafísico de la contradicción debe oponerse a todo naturalismo de la contradicción; vale decir, a aquellos discursos que han hecho de la misma un principio a priori de la naruraleza (y por lo tanto, también, de la sociedad y la historia). Según este discurso (en el que tenemos que incluir parcelas importantes de los desarrollos engelsianos sobre la dialéctica de la naturaleza; asimismo, recordar que ello fue moneda corriente dent.ro del Diamat), la contradicción es un a priori óntico, regido por leyes específicas, tal como las famosas "leyes de la dialéctica". Está claro que el naturalismo de la contradicción es tan metafísico como la contradicción necesaria de Hegel, sólo que el esquema esta invertido.

            En tercer lugar, la concepción marxiana de la contradicción, al rechazar el determinismo metafísico (idealista o materialista mecanicista) no adopta, por ello, un indeterminismo objetivo o voluntarista en el campo histórico y social. Si bien debemos resignificar las exposiciones de Marx, para que se liberen de determinadas acentuaciones positivistas, en aquellas está clara la cuestión de la deterininación estructural (no absoluta, por cierto). A través de la resignificación aludida previamente, deberiamos hacer hablar al determinismo relativo de las estructuras de la dialectica histórico-social, al modo como, vgr, A. Giddens replanteó la doble función de las estructuras, en su trabajo Las nuevas reglas del método sociológico o en el sentido del Habitus, tal como lo desarrollo, la teoría sociológica de P Bourdieu. Por cierto que algunas décadas antes a la producción de estos autores, L. Goldmann ya había planteado cuestiones central es acerca de la temática estructuras/historia y de la "naturaleza" de la determinación estructural.

            En cuarto término, no concebir metafísicamente las contradicciones también supone no conferirles la función activo-crítica que posee en Hegel. Para este autor, según ya se expuso anteriormente, la contradicción necesaria, necesariamente relanza la inmediatez desgarrada -vía negatividad especulativa o negación de la negación- más allá de sí misma hacia una fmalidad que ya estaba inscripta in nuce en la misma.  Vale decir, la contradicción y su negación (producto del "trabajo de la negatividad", según Hegel) conllevan desde su origen y por naturaleza, una finalidad a la que necesariamente el despliegue del sujeto espíritu debe llegar. Para la dialéctica histórico-social las contradicciones expresan la represión, bloqueo o aniquilación de las diferencias, totalizadas represivamente en cualquier vínculo o totalidad totalitaria, dominante. En este sentido, más que activo-crítica, la contradicción manifiesta un cierre o barrera a la expansión y articulación de las diferencias. Perse la contradicción no, abre, sino cierra horizontes de totalizaciones abiertas, complejas, creativas. Por ello, el movimiento espontáneo de las contradicciones no garantiza procesos dialécticos de resolución de contradicciones; ello supone, por lo tanto, un principio práxico. El tema de la "praxis", que hoy debemos retraducir en conceptos y categorías como construcción de hegemonía, prácticas político en cuanto construcción de ciudadanía social, respuesta ética desde el reclamo de las víctimas, etc., es algo que, en el marco de este artículo, no puede desarrollar-se. No obstante, algo al respecto he indicado en el vocablo "Diferencia" y plantearia, asimismo, que las categorías del discurso dialéctico histórico social-totalidad, contradicción-diferencia y praxis- deben tratarse conjuntamente y de manera articulada que, en el paso de las contradicciones a los conflictos, conjugue proyectos y horizontes en el marco de un "rescate" y potenciación de las diferencias reprimidas. La histórica y permanente resolución de las contradicciones, en el discurso de la dialéctica histórico social, tiene una notable distancia con el planteo metafísico de Hegel. Para éste, es el propio y endógeno principio del método (el sujeto espíritu) el que extrae de sí mismo, de su sustancia espiritual, la fuerza capaz de disolver permanentemente su estado contradictorio y resituarlo, por sí mismo, en una nueva y más rica dimensión de su unidad espiritual. En el otro planteo, es la praxis la que constituye la verdadera negatividad social e histórica en la medida en que puede "destruir" (en el sentido de Kosik) el principio de cierre de las totalizaciones sociales e históricas dominantes y vigentes; asimismo, tiene la capacidad de relanzar permanentemente los procesos de totalización, "fundándolos" en la inédita novedad de las diferencias potenciadas y articuladas

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NOTAS

1.  Sobre el sentido del giro lingüístico, sus aciertos y problemáticas, cfr.: Giddens, A., "El estructuralismo, el post-estructuralismo y la produccion de la cultura", en Giddens, A., y Turner, j., La Teoría Social, Hoy, Madrid 1990, Alianza Editorial; asímismo, Anderson, E, Tras las huellas del materialismo histórico, Madrid, ed. Siglo XXI, 1986.

2.  Popper, "Qué es la dialéctica", en Conjeturas y refutaciones, Madrid, Ed. Paidós, 1982; ya se verá luego que estas dos últimas precisiones son fundamentales para un breve debate con E. Laclau, sobre el tema en cuestión. Debo señalar, asímismo, mi clara oposición a la interpretación de Jorge Dotti, cuando afirma: "El postulado fundante de la dialéctica, a saber: la afirrnación de la índole contradictoria de lo real, es la clave de bóveda para la demostración de la existencia de Dios"; cfr.: su trabajo "Teología, dialéctica, guerra", en la revista La duda futura, núm 4, Buenos Aires 1987. En el desarrollo de nuestro escrito se verán las razones del rechazo a una visión peyorativa de la dialéctica, que la identifica, sin más, con la metafísica de Hegel.

3.  Véase, para el tema de la superación de planteos extendidos -pero banales- acerca de la relación entre contradicción y conflicto, el interesante articulo de J.C. Portantiero, "De la contradicción a los conflictos", en revista La ciudad futura, ,núm 2, Bs, Aires, octubre de 1986. Dos textos de Mao Tse Tung hicieron época en Latinoamérica, entre los '60 y '70, los cuales están en la mira de la crítica de Portantiero: Sobre el tratamiento .correcto de las contradicciones en el seno del pueblo, Pekín 1966, ed. en Lenguas Extranjeras y "Sobre la contradicción" (1937), en Obras Escogidas, tomo I; Pekín 1973, Ed. en Lenguas extranjeras; en este último texto, Mao comienza así: "La ley de la contradicción en las cosas, es decir, la ley de la unidad de los contrarios, es la ley mas fundamental de la dialéctica materialista" (p.333)]

4.  Protágoras, Fedro, Gorgias/La República, UNAM, México DF 1973 (edición bilingüe), entre otros lugares clásicos

5.  Parte final del Organon, la Retórica, lugares diferentes de La Metafísica, etc..

6.  Para un reconocimiento de las distintas teorías de la dialéctica, desde los griegos al mundo moderno, véase el excelente libro de Livio Sichirollo, Dialéctica, Barcelona, ed. Labor, 1976, con amplia bibliografía.

7.  Tanto Historia y consciencia de clase, México DF 1969, ed. Grijalbo, como El joven Hegel, México, ed. Grijalbo, 1969.

8.  Los clásicos textos de Adorno, Horkheimer, Marcusse y el joven Habermas: del primero Dialéctica negativa, Madrid, ed. Taurus, 1976; del siguiente su Teoría crítica, Buenos Aires, ed. Amorrotu, 1974; y del último Teoría y praxis, Madrid 1976 y el trabajo titulado "Teoría ana-lítica de la ciencia y dialéctica" en el volumen colectivo La disputa depositivismo en la sociología alemana, Madrid, ed. Grijalbo, 1962.

9.  Básicamente, su Crítica de la razón dialéctica, Bs. Aires, ed. Losada, 1970.

10. Las aventuras de la dialéctica, Bs. Aires, ed. La Pléyade, 1974.

11.En especial, Investigaciones dialecticas, Caracas, ed. Universidad Central de Venezuela, 1962.

12. Su clásico Dialéctica de lo concreoe, México, ed. Grijalbo, 1965.

13. Su importante trabajo La producción teórica de Marx, México DF 1985, ed.

Siglo XXI y La dialéctica hegeliana, Mendoza, ed. Ser y Tiempo, 1972.

14. Sobre la obra de Aricó esta escribiendo un extenso libro el brillante autor argentino, residente en México, Horacio Crespo; varias referencias a su significado y trayectoria (ya que murió en 1990) podrán leerse en la revista La ciudad futura, Buenos Aires y Estudios, núm. 5, 1995, del Centro de Estudios avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba.

15. Ya citado previamente y expuesta su posición en el estudio sobre la "Diferencia", en este mismo volumen.

16. Entre sus obras principales, Hegcmonía y estrategia socialista: hacia una radicalización de la democracia, Madrid 1987; "Tesis acerca de la forma hegemónica de la poíitica", en el libro colectivo Hegemonía y alternativas políticas en América Latina, México DF ed. Siglo XXI, 1985; Emancipación y diferencia, Bs. Aires, ed. Ariel, 1996; y sus trabajos en el colectivo de Butler, J., Laclau, E., y Zizek, S., Contingencia, hegemonía, universalidad, Bs. Aires, ed. Fondo de Cultura Económica, 2003; de su amplia producción -citada sólo en parte- nos centraremos en uno de sus textos clave: Hegemonía y estrategia socialista, hacia una radicalización de la democracia, base de la autocrítica a escritos suyos previos y plataforma conceptual de sus textos posteriores.

17. Ob. Cit. P 143.

18. cfr.: los ya citados textos de Giddens y Anderson, en nota 1, acerca del "giro lingutstico.

19. En el clasico lugar de la Fenomenologia del Espiritu, "Independencia y sujecion de la autoconciencia; senorio y servidumbre", Mexico DF 1966, ed. FCE.

20. Laclau, Ob, Cit. 145

21. ob.cit. p. 145.

22. Sigo en parte los desarrollos planteados en mi trabajo "Totalidad, contradicción y diferencia en Hegel y Marx", en revista Administración y política, 3a. Época, num 6, segundo cuatrimestre 1983, Universidad Autonoma del Estado de Mexico, p. 107-154; asimismo, mi libro Filosofía y dialéctica, México DF, ed. Edicol, 1979.

23. Recuérdese la expresión maoísta del ya citado texto "Sobre la contradicción" del líder chino, cuando afirma "La ley de la contradicción en las cosas, es decir, la ley de la unidad de los contrarios, es la ley más fundamental de la dialéctica materialista" - Obras escogidas, tomo I, ediciones en lenguas extranjeras, Pekin 1971-; asímismo, Sobre el tratamiento correcto de las con tradicciones en el seno del pueblo, Pekin 1957

24. La versión estructuralista de Althusser parece, en piincipio, totalmente alejada de la simpleza dogmática de Mao; sin embargo, su postura fuertemente estructuralista reproduce en  versión objetivista, el determinismo hegeliano, a pesar de su permanente recusación de la dialéctica de Hegel. Véase en su Pour Marx   -París 1966- [en cast. La revolución teórica de Marx, Buenos Aires, ed. Siglo XXI], 1969, los trabajos "Contradicción y sobredeterminación", "Estructura a dominante" y toda la temática de la historia como proceso sin sujeto. Esta visión ha tenido el efecto, además, de afianzar el dogmatismo ingenuo, el de oscurecer la diferencia. 25. En el clásico lugar de su último capítulo, "La idea absoluta"; Bs. Aires, ed. Solar-Hachette, 1968, (traduc. de Rodolfo Mondolfo).

26. Hegel, ob.cit. p. 729

27. ob.cit. p. 730,732.

28. ob.cit. p. 727.

29. Sartre, Crítica de la razón dialéctica, T.I, p. 154; Bs. Aires, ed, Losada,1970.

30. Adorno,T, Dialéctica Negativa, Madrid, ed. Taurus, 1975, p. 400.

31. Hegel, ob.cit. parágrafo 116, México DF, ed. Porrúa, 1973, p. 69.

32. L. Feuerbach, ob.cit. parágrafo 62, México 1970, ed. Roca. Para una profundización de los planteos de Feuerbach, cfr.: Schmidt, Alfred Feuerbach o la sensualidad emancipada, Madrid, ed. Taurus, 1975; en especial, p.69 a 139.

33. Marx-Engels, Sobre el colonialismo, Bs. Aires 1973, ed. Pasado y Fresente, p. 29-30   -cursivas mías-. Véase el profundo y equilibrado análisis acerca de esta cuestión que realizó José Aricó en su libro Marx y América Latina, México 1982, Alianza Editorial Mexicana.

34. cfr.: K.Marx, El Capital T.I, vol. I, Bs. Aires 1975, ed. Siglo XXI, p. 18. Una importante reflexión sobre esta problemática se halla en el trabajo de Manuel Sacristán, titulado "El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia", en revista Dialéctica, año VIII, núm 14-15, diciembre de 1983/marzo de 1984, Puebla, México.

35. cfr.: Elementos fundamentales para la crítica de la economía política, (borrador), 1857-1858, Tomo I, Bs. Aires 1973, p. 3-33 (en especial, 20-33); este lugar clásico  ha tenido una amplia exégesis; de los autores que resaltan de entre la enorme cantidad de escritos producidos al respecto, deseo recordar la tradición creada por la Escuela de Frankfurt: [a los textos de Adorno y Habermas citados, añadir la Teoría critica de M.Horkheimer, Bs. Aires, ed. Amorrortú, 1974 y Razon y revolución, de H. Marcusse, Madrid, Alianza Editorial] 1971; a Goldmann, L.: lnvestigaciones dialécticas, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1962; el clásico Historia y consciencia de clase, de Lúkacs -editado por Grijalbo, México 1969-; de K. Kosik, Dialéctica de lo concreto, México DF, ed. Grijalbo, 1965; el importante trabajo de Enrique Dussel, La producción teórica de Marx: un comentario a los Grundrisse, México DF, ed. Siglo XXI, 1985. Véase, también, Parisí, Alberto, Filosofía y dialéctica, México, ed. Edicol, 1979.

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