Arbitrariedad de la Teoría de Sistemas
La teoría de sistemas, en sociologia, consiste en una técnica,
un instrumento, un modo de proceder. Decidirse en favor del empleo
de la teoría de sistemas para observar la sociedad lleva
implicado un momento de arbitrio. Con esto se asienta que la teoría
de sistemas, aunque "acaricia el ensueño" de ser
universal en el sentido de abarcar todo lo concerniente a lo social,
no reclama sin embargo, exclusividad.
De facto, la sociedad se ha observado y descrito con otro tipo
de distinciones que no se enmarcan dentro de la tradición
sistémica: trabajo/capital (Marx); ideas/intereses (Weber);
solidaridad orgánica/mecánica (Durkheim); actuar
comunicativo/estratégico (Habermas).
La teoría de sistemas anhelo constituirse, después
de la Segunda Guerra Mundial, en una especie de meta-conceptuación
que le devolviera a la humanidad el paradigma perdido. El concepto
de sistema, despojado de las peculiaridades propias de cada disciplina,
significaría la gran unificación de la ciencia y,
por consiguiente, la comprensión de la estructura mas secreta
del mundo.
Von Bertalanffy aparece como el entusiasta más destacado
de esta empresa, lo que lo llevó a la formación de
una sociedad que se consagrara a la teoría general de los
sistemas.1 No es posible firmar de
un plumazo el acta y sostener que ese intento fracaso. Más bien habrá que puntualizar
por un lado los avances, y, por otro, los límites a los
que condujo este desarrollo.
La teoría sistémica nace sobrecogida por el modelo
del equilibrio de los sistemas, aunque este entendimiento
alude a una vieja idea del siglo XVII: balance of trade (equilibrio
del mercado internacional). El modelo del equilibrio dio pie para
que se vislumbrara una teoría general de los sistemas. Sin
embargo, en el esfuerzo de la sociedad para la Teoría General
de Sistemas no se puede hablar de un descubrimiento propio en el
campo de lo sistémico, sino de una variante de aquel pensamiento
ya antiguo sobre la estabilidad.
En la actualidad existen serias dudas acerca de si los sistemas
que se describen mediante la noción de equilibrio sean reales;
más bien se ha llegado a la convicción de que en
el desequilibrio los sistemas adquieren su estabilidad. Algo parecido
a lo que sucede en la observación de que el sistema económico
sólo se puede estabilizar en la medida en que crea sobreproducción,
o en la medida en que produce exceso de compradores: compradores
escasos y, por tanto, sobreproducción de mercancías;
o mercancías escasas y sobreproducción de compradores.
Estos desequilibrios que conducen a la estabilidad podrían
servir para caracterizar la economía capitalista y socialista:
teoría que ha desarrollado el economista húngaro
Janos Kornai.2
Ya la física había llegado a la compresión
de que el Universo, respecto a la energía, es un sistema
cerrado que no puede dar acogida a ningún tipo de input que
no este contenido dentro de sí mismo. De allí surge,
inexorable, la ley de la entropía de la termodinámica.
Sin embargo, estos sistemas cerrados siempre fueron para la teoría
sistémica casos límite: sistemas para los cuales
el entorno no tiene ningún significado, o que sólo
tiene significado bajo condiciones muy específicas.
Si la entropía como ley inexorable era válida para
el mundo físico, no podía serlo, sin más,
para el orden biológico ni para el social. La teoría
de sistemas propuso el modelo de los sistemas abiertos. La
tesis fundamental consiste en que si estos sistemas fueran cerrados
acabarían sucumbiendo a la irreversibilidad termodinámica.
Los sistemas abiertos, en cambio, al desarrollar complejidad para
construir neguentropía, necesariamente entran en intercambio
de energía o de información con el entorno. Estos
sistemas con ayuda de una función de transformación
pueden convertir inputs en outputs y con ello
conservarse.
En el desarrollo de los sistemas abiertos hubo límites en
los planteamientos y preguntas que no fueron contestadas. Todos
estos esfuerzos nunca enfrentaron el problema de la delimitación
de que es, en realidad, un sistema. En la comprensión del
modelo abierto se captó el proceso de transformación input/output y
en las consideraciones colaterales de la cibernética (feed
back negativo /feed backpositivo), se precisó con claridad
el mantenimiento o aumento progresivo de ciertas variables. Sin
embargo, este modelo nunca se preguntó por las caracterís-ticas
del sistema que hacía que todo eso fuera posible. El haber
recurrido a las funciones matemáticas, a las igualdades,
a los mecanismos teóricos, no bastó para llenar ese
hueco de teoría y, sobre todo, no llegó a consolidar
una teoría de sistemas que pudiera ser útil a la
sociología. Estos esfuerzos no dotaron de información
sobre la forma en que se constituyen los sistemas sociales y menos
todavía sobre la constitución de una teoría
de la sociedad. Estos avances de teoría se pueden contabilizar,
en todo caso, del lado de algunos rendimientos de los sistemas,
pero no hay respuestas con respecto a qué sea el sistema
para que pueda aportar tales logros.
Todo lo que se pueda decir sobre una teoría de sistemas
es, en última instancia, un intento por responder de manera
precisa a lo que se designa bajo el concepto de sistema.3
Echando la mirada hacia atrás se percibe que el modelo de
los sistemas abiertos quedo atrapado en el pantano de una concepción
objetual. Como los sistemas se pensaban en primera linea en el
campo de la biología y de los mecanismos de control, las
representaciones correspondientes estuvieron ligadas a representaciones
orientadas por el esquema de las cosas. Quizás el logro
más llamativo de la actual teoría de sistemas consiste
en haber logrado dar el salto hacia una comprensión de lo
que se designa como sistema, que se ubica en un plano de abstracción
que recuerda la altura alcanzada por la mecánica cuántica.
Los
sistemas clausurados en su operación
Luhmann se adhiere a un último modelo en la teoría
de sistemas sobre el que apenas existen esbozos de inteligencia:
la teoría de los sistemas clausurados en su operación.
Lo revolucionario de este entendimiento —si con Kuhn se acepta
que la revolución en el campo de la ciencia no necesariamente
debe ser altamente espectacular 4 -
estriba en que los sistemas ya no serán entendidos como
objetos, sino fundamentalmente como operaciones. Hay, pues, en
ello una intelección radical
operativa de los sistemas como condición para aferrar su
unidad.
En la antigua teoría de sistemas se hacía mención
a una pluralidad de características como las de elemento/relación,
estructura/proceso para designar la unidad del sistema, aunque
lo propio de la sistemicidad parecía estar reservado al y de
la inclusión: elemento y relación.
Los estímulos para efectuar un cambio de la comprensión
de los sistemas con el acento puesto en la operación surgió de
las matemáticas. George Spencer-Brown, en el libro Laws
of Form,5 se ocupa de la presentación de un
cálculo formal pre-matemático en el que trata de
reducir el álgebra de Boole a un único cálculo
de operación. Con esto surgió la esperanza, al menos
en sociología, de identificar el tipo de operador que hace
posible a todos los sistemas sociales, por más complejos
que se hayan vuelto en el transcurso de la evolución: interacciones,
organizaciones, sociedades.
Por operación habrá de entenderse, de la manera más
general, la producción de una diferencia. Todo lo que se
pueda designar como entidad sufre un cambio de estado después
de que ha acontecido una operación; además esa entidad
mediante la operación es algo distinto que sin ella.
Por consiguiente, una teoría de los sistemas sociales requiere
de una indicación precisa respecto de la operación
por medio de la cual el sistema se reproduce y luego se diferencia
del entorno. Aquí es donde ha fracasado la teoría
sociológica de la acción, pues el concepto de acción
remite al hombre como ser viviente y como conciencia, es decir,
no se refiere a un estado de cosas socialmente constituido. La
teoría de los sistemas sociales, por ello, debe transformarse
de teoría de la acción en teoría de la comunicación,
si quiere aplicar el concepto de sistema que hemos delineado en
los párrafos anteriores al hablar de sistemas sociales
operativamente clausurados.6 No hay en el ámbito de lo social
multiplicidad de alternativas para, de entre ellas, escoger la
operación que defina lo social. La comunicación es
el único fenómeno que cumple con los requisitos:
un sistema social surge cuando la comunicación desarrolla
más comunicación a partir de la misma comunicación.
La
sociedad no es un objeto
La consecuencia inmediata que se deriva de que lo social es una
operación de comunicación, es que la sociedad no
existe como objeto. La sociedad es pura comunicación y por
tanto es solo posible acercarse a ella mediante distinciones. La
sociedad no opera como una gigante estructura objetiva que nadie
ha visto. Más bien las relaciones que se aprecian entre
los seres humanos concretos se hacen dependientes de una orientación
que se refiere a formas de comunicación. Por consiguiente,
los sistemas sociales (y con mucho más razón la sociedad)
no son propiamente objetos que estén situados en un lugar
en el espacio y en el tiempo. Se trata decisivamente de una distinción,
pero una distinción que es real y que produce efectos reales.
Por eso, para repetirlo, todo lo que se pueda decir sobre una teoría
sistémica es, en última instancia, un intento de
responder de manera precisa a lo que se designa bajo el concepto
desistema y esto, sobre todo, en dos aspectos fundamentales: a)
pasar de la consideración de que un sistema es un objeto,
a la pregunta de cómo se llega a obtener la diferencia que
se designa bajo el binomio sistema/entorno. Como es posible que
esta distinción (sistema/entorno) se reproduzca, se mantenga,
se desarrolle mediante evolución con el resultado de que
cada vez más se pone a disposición del sistema (de
un lado de la diferencia) una mayor complejidad. b) que tipo
de operación hace posible que el sistema, al reproducirse,
mantenga siempre dicha diferencia?
Sistemas autorreferenciales
y autopoiéticos
La disposición de que un sistema deba comprenderse a partir
del tipo de operación que lleva a efecto, nos ha allanado,
en buena parte, el camino. El siguiente paso consiste en la aceptación
del contexto recursivo de cada una de las operaciones: la operación
encuentra su propia unidad cuando logra enlazarse con operaciones
propias.. En este sentido básico se trata autorreferencialidad. Este
concepto deberá entenderse en el contexto de un entramado
específico, como condición que hace posible la producción
y reproducción de las operaciones del sistema. Un sistema
autorreferencial debe definirse, pues, como un tipo de sistema
que para la producción de sus propias operaciones se remite
a la red de las operaciones propias y, en este sentido, se reproduce
a sí mismo. Con una formulación un poco más
libre se podría decir: el sistema se presupone a sí mismo
para poner en marcha su propia operación en el tiempo.
Los sistemas autorreferenciales son necesariamente sistemas que
están clausurados en su operación. Esta clausura
lo que efectúa es una selección por medio de la cual
quedan "cualificados" los elementos del sistema: por
ejemplo, un sonido (palabra) que se identifica como comunicación
y que por eso mismo se deslinda de cualquier otro tipo de percepción
acústica.
Este tipo de cerradura no deberá entenderse como aislamiento. Sería
un absurdo retroceder a disposiciones teóricas que
ya han sido discutidas ampliamente, en el sentido de que se sabe,
desde hace tiempo, que los sistemas dependen material y energéticamente
del entorno. Sin embargo, la clausura de operación acentúa
una cerradura de tipo informática y semántica, aunque
presuponga apertura material y energética.
Estos sistemas autorreferenciales son, además, autopoiéticos. La
innovación que el concepto de autopoiesis introduce, y que
significa un avance con respecto a la autorreferencialidad, es
que se sitúa en el plano ultra-elemental del sistema —en
el plano de los elementos que ya no son capaces de admitir una
disolución posterior— y con ello, entonces, en el
nivel de todo lo que opera como unidad en el sistema. No se trata,
por consiguiente, de la pura autoorganización en el sentido
de las autodeterminaciones y los cambios sobre las propias estructuras,
y tampoco simplemente de autonomía en el sentido de la autorregulación
del sistema. Se trata más bien, del entendimiento de que
tanto las estructuras como los elementos del sistema pueden llevarse
a efecto si permanece como invariable la autopoiesis. Para
decirlo en forma comprimida: la autorreferencialidad alude
directamente a la formación de las propias estructuras en
el sistema; la autopoiesis hace referencia a todo lo que acontece
en el sistema cono operación (lo cual incluye también
las estructuras).
El concepto de autopoiesis constituye, sin lugar a dudas, una revolución
conceptual. Pero su vuelco radical se sitúa exclusivamente
en el plano de un principio teórico que obliga a comprender
los sistemas a una profundidad hasta ahora no alcanzada por la
teoría de sistemas. Sin embargo su poder de aclaración
deductivo es mínimo. Prácticamente lo único
que afirma es que en el sistema existirían elementos y estructuras
mientras se mantenga la autopoiesis. Pero el concepto no es capaz
de aclarar qué tipos de estructuras deberán erigirse,
ni aclarar tampoco el tipo de efectos causales que se puedan producir
entre sistema y entorno. Dicho de manera nomológica: la
revolución que introduce el concepto de autopoiesis como
metaconcepto teórico es inversamente proporcional
a su capa-cidad de explicación predictiva.
Una de las consecuencias que se decían de esta comprensión
de la autorreferencialidad y por ende, de la autopoiesis, es que
el primado ontológico de la conciencia, en el sentido de
que se pensaba que era el único fenómeno autorreferencial
en el universo, se desmorona. La conciencia a partir de esto será entendida
sólo como un sistema autorreferencial y autopoietico entre
otros: célula, sistemas sociales, sociedad...
Diferencia vs. Unidad
Esta nueva comprensión de los sistemas esta sustentada en
un punto de partida teórico que se ancla firmemente en la
comprensión de la diferencia. En esto difiere de la comprensión
dominante del pensamiento vétero-europeo que finca toda
su disposición en una comprensión teórica
de la unidad. En el caso paradigmático de Hegel, por ejemplo,
el movimiento teórico consiste en partir de la unidad indeterminada,
para arribar a una unidad superior de mayor determinación.
En el pensamiento clásico, la unidad precede metafísicamente
a la diferencia y de aquí que la dificultad elemental consistiera
en explicar el paso de cómo la unidad hace surgir la diferencia:
piénsese en Plotino y en Fichte.
La nueva teoría de sistemas, por el contrario, empieza con
una afirmación empírica: cada operación que
se efectúa en el mundo, produce diferencia. Por consiguiente,
existe una primacía factual de la diferencia sobre la unidad.
Apenas así se hace comprensible la paradoja de que la unidad
del mundo sólo se pueda expresar mediante la diferencia.
En este lugar adquiere relevancia la anotación de Luhmann: "Quien
lea con atención se dará cuenta de que se está hablando
de la diferencia entre identidad y diferencia, y no de
la identidad entre identidad y diferencia. Ya desde aquí las
siguientes reflexiones se apartan de la tradición dialéctica,
a pesar de todas las similitudes que puedan darse y que llamen
la atención".7
El dispositivo ultra-elemental con el que esta provisto todo sistema
con capacidad de observar (células, conciencias, sistemas
sociales) conduce a que lo observado adquiere, por la sola disposición
de ser observado, una forma desdoblada. Se podría decir:
toda observación esta condenada a desfigurar la realidad
y por consiguiente, vivimos en un mundo, para nosotros, desfigurado.
Pero justamente lo que en el pensamiento clásico se valora
como negativo y cargado de nostalgia (la desfiguración del
mundo), en la teoría de la diferencia se la comprende como
una ganancia explosiva de realidad. La realidad no sólo
es lo que es (comprensión ontológica), sino además
lo que la observación le añade como construcción
(comprensión constructivista). Con esto se recuerda el aforismo
de la mecánica cuántica: todo objeto es perturbado
por el hecho de observarlo.
El mundo entonces, será entendido como el trasfondo en el
que distintos observadores podrán observar lo mismo de distinta
manera. Por consiguiente, ¿qué es la sociedad?:
la sociedad es el sistema omniabarcador que hace posible que se
efectúen en su seno las distinciones "antónimas " (Stephen
Holmes) que la describen. Habíamos dicho: la sociedad no
es un objeto, sino la instancia en la que toda observación
muestra su poder constructivo. Cada observación de la sociedad
expande sus propios límites. Describirla es también
construirla. Por consiguiente, si el observador adquiere
la preeminencia metafísica, quedan disueltos los viejos
problemas de la ontología, del consenso de la verdad, de
la intersubjetividad. La sociedad es la operación que acoge
todo lo dispar (lo bueno y lo malo; lo fáctico y lo utópico;
el statu quo y la revolución). La sociedad es la
instancia que distribuye las cargas antiguas de la ontología (bien, unidad,
verdad, moral) en distintas subinstancias sociales para que
se hagan cargo, mediante un manejo más diferenciado, del
principio utilitario (economía), del principio de tras-cendencia
(religión), del principio de justicia (derecho), del principio
de participación en el poder (política).
¿Relativismo
puro?
¿La sociedad, entonces, esta condenada al relativismo, ya que debe admitir
pluralidad de observaciones? El aspecto de un cierto relativismo en el conocimiento
de la estructura de la sociedad no se puede eludir. Sin embargo, este relativismo
no conduce a la afirmación de que "todo sucede al garete" (anything
goes); por el contrario, las observaciones conducen a un proceso autorreferencial
de enlace, a la no flexibilización, a la construcción de
las tradiciones. Tanto la cibernética de las operaciones recursivas,
como la disciplina de los órdenes autorreferentes, han descubierto que
en este tipo de sistemas no impera la casualidad. Más bien tienden a
producir estabilidades (lo que constituye su historia), y éstas son
extremadamente difíciles de transformar, a no ser que sobreviniera una
catástrofe.
El observador de la sociedad es la misma sociedad que se observa.
Es la comunicación que, en su estructura más elemental
lleva aparejada la autoobservación. Los seres humanos que
observan (por tanto que utilizan comunicación) presuponen
un sistema (la sociedad) ya maduro en operaciones, para poder enlazar
una nueva. Los observadores individuales, para decirlo en terminología
de Parsons, son los prerrequisitos necesarios de energía
para que se lleve a efecto la observación de la sociedad:
capacidad sensomotora, movimientos corporales, energía
motivacional de las personas, capacidad de entendimiento, consensos
básicos. Es decir: la estructura más básica
de la sociedad (la comunicación) no permite, por razones
ultraes-tructurales (autopoiesis) que haya una única descripción
de lo que es la sociedad; la garantía última de persistencia
del mundo radica
en que no puede ser de un solo modo. Para proseguir, la sociedad
crea la redundancia, la recursividad, el pluralismo, la policontexturalidad,
como un mecanismo de compensación frente a la limitación
estructural al no existir, de facto, la unicidad ontológica.
La sociedad crea su propio emplazamiento en el espacio y el tiempo
con ayuda de una pluralidad de referencias: como la ubicación
de un astronauta en el espacio sideral. Por consiguiente el acercamiento
al orden social no puede consistir en definiciones únicas
para siempre, sino en acercamientos contingentes:
Si es acertado el que la contingencia es el modo de ser de la sociedad
moderna —por tanto lo que no es posible cambiar cuando en
el modo de la observación de segundo orden debe ser comunicado—,
enton-ces la tarea de la teoría sociológica podría
consistir en realizar esta forma en la sociedad, por tanto volver
a copiar la forma en la forma. Su idea de verdad ya no consistirá entonces
en la concordancia de sus afirmaciones con su objeto (lo que ha
sido ya probado y puede ser todavía aprobado), sino en una
especie de congruencia de las formas; o dicho de otra manera: en
una re-entry de la forma en la forma. O se pudiera decir
también, en analogía con las formas del arte, que
la sociología lo que hace es realizar una parodia de la
sociedad en la sociedad.8
Más sobre la clausura sistémica
A finales de este siglo (para decirlo en
forma milenaria), se ha producido una convergencia en el ámbito científico
que bien pudiera calificarse como la reflexión más
espectacular de la época contemporánea. Se trata
precisamente del fenómeno de la clausura sistémica.
La clausura aparece en muy distintos campos de las disciplinas
científicas: termodinámica, matemáticas, biología,
teoría general de sistemas, lingüística. Se
sabe en la física que la energía no puede entrar
ni salir de un sistema termodinámicamente cerrado. Los sistemas
cerrados tienen una superficie "adiabática" que
prohíbe el tránsito de calor, de energía y
de radiación. De clausura algebraica se habla cuando todas
y cada una de las opciones algebraicas tienen que producir elementos
que pertenezcan al conjunto de los elementos del sistema: si tenemos
un sistema algebraico en el que los elementos son números
naturales, por ejemplo, y las operaciones son la suma y la multiplicación
el sistema se dice que es "algebraicamente cerrado".
Existen reproductores autocatalíticos que, de nuevo, ponen
de manifiesto una entidad sistémicamente cerrada cuando
sus elementos se generan unos a otros mediante operaciones de producción
en el sistema.
Por ultimo, en calidad de ejemplo, la descripción que hace
Humberto Maturana (el destacado biólogo chileno), del sistema
nervioso central. El sistema nervioso es una red neuronal cerrada
de neuronas interactivas. Todos los cambios en la actividad neuronal
relativa siempre conducen a otros cambios en la actividad neuronal.
Una red neuronal no tiene superficies de input o de output como
rasgos característicos de su organización. Dado un
sistema cerrado, el interior y el exterior sólo existen
para un observador que los contempla y no para el sistema. El entorno
en que se sitúa el observador actúa sólo como
un elemento intermedio a través del cual las neuronas electoras
y sensoriales interactúan, con lo que se completa la circularidad
del sistema nervioso.
El dominio de operación del organismo y el dominio de operación
del sistema nervioso, son completamente distintos. No se intersectan.
Y nada de lo que
un observador pueda considerar como propio de uno, corresponde
al otro. En otras palabras, el sistema nervioso no usa en su operación
representaciones del medio, no opera con conceptos, ni tampoco
utiliza símbolos. El sistema nervioso opera solo generando
relaciones cambiantes de actividad entre sus componentes en una
dinámica cerrada en la que cualquier cambio de relación
de actividad entre algunos elementos dentro de el generan otros
cambios de relaciones de actividad entre otros de sus elementos.
Como resultado de estas circunstancias, la única relación
entre lo que sucede en el dominio de las interacciones del organismo
y la operación del sistema nervioso es la que tiene lugar
en la intersección del sistema nervioso y las superficies
electoras y sensoriales del organismo.
Y la conclusión decisiva para este escrito se condensa
en las siguientes líneas:
En otras palabras, como sistemas autopoieticos moleculares, los
sistemas vivos, y entre ellos nosotros, son sistemas estructuralmente
determinados, y nada externo a ellos puede especificar o
determimar qué cambios estructurales se experimentan en
una interacción;
un agente externo, por lo tanto, puede sólo provocar en
un sistema vivo cambios estructurales determinantes en su estructura.
Esta condición de determinismo estructural significa para
nosotros seres humanos, que nada externo a nosotros puede determinar
o especificar lo que pasa en nuestro interior, y que todo lo que
sucede dentro de nosotros, sucede a cada instante determinado por
nuestra dinámica estructural de ese instante.9
Por consiguiente la clausura sistémica se puede describir,
si lo hacemos de una manera altamente formal, mediante una fenomenología
de cinco facetas:
- La clausura sistémica saca a la
luz el principio operante de la autonomía: por
medio de la clausura sistémica
se pone en evidencia la superación de la relación
punto por punto con respecto al entorno. Los sistemas clausurados
son una forma singular de organizar sus propios componentes.
Esta forma singular de organización exige una perspectiva
de autonomía en el sentido de que el sistema requiere
el establecimiento de una
distancia con respecto al entorno. La autonomía de estos
sistemas significa que sóo desde su perspectiva
se puede determinar lo que le es relevante y, sobre todo, lo
que le es indiferente.
- Emergencia: con la designación
de este concepto señala la irrupción de un nuevo
orden, cuyas características
no pueden ser inducidas directamente de órdenes contiguamente
anteriores. Las características singulares surgen y
pueden ser deducidas una vez que el orden nuevo de operación
ya esta constituido. Por consiguiente se trata del surgimiento
de un orden cualitativo, cuyas características no pueden
ser deducidas a partir de las características materiales
o energéticas sobre las que se sustenta el nuevo orden.
- Clausura de operación: los
sistemas clausurados son redes cuya operación es cerrada
y cuyos componentes son producidos al interior de un proceso
recursivo que se lleva a cabo dentro de un retículo
clausurado. Lo que esta "herméticamente
cerrado" en el fenómeno de la clausura es el control
mediante el cual los elementos que conforman la red se organizan
de manera emergente.
- Autoconstrucción de estructuras: la
clausura sistémica en su operación no puede importar estructuras.
Tiene que crearlas. El concepto de autoconstrucción deberá entenderse
en primer lugar como producción de estructuras propias,
mediante operaciones propias.
- Autopoiesis: Estos sistemas
clausurados son autopoiéticos.
Autopoiesis significa, sobre todo, determinación del estado
siguiente del sistema a partir de las estructuras inmediatamente
anteriores a las que había llegado la operación.
Niklas Luhmann propone
que una teoría constructivista del
conocimiento debe tomar en serio esa fenomenología de cinco
aspectos: autonomía, emergencia, clausura de operación,
autoconstrucción de estructuras y autopoiesis, como lineamientos
para acometer una epistemología que pueda ser la base del
pensamiento sociológico.
Consecuencias para
una teoría del
conocimiento
I. Conocer, entendido de manera extremadamente formal,
significa emplear distinciones.
Por consiguiente: distinguir, diferenciar. Por mucho tiempo
el pensamiento de occidente trató de evadir este sustrato
elemental del conocimiento y lo logró mediante el uso de
la metáfora.
El distinguir saca a la luz una estructura eminentemente tautológica
(o paradójica) cuando se trata de observar la primera y
mas elemental de las distinciones: para distinguirla se necesita
emplear, a su vez, una distinción.
Las soluciones históricamente mas refinadas postularon al
sujeto O al objeto, para evitar ese regreso ad infinitum para
llegar a un último fundamento del conocer.
El constructivismo asume con radicalidad que no es posible evadir
esa permanente recursividad del empleo de las distinciones. La
ontología que se asume como último fundamento
del conocer es sólo una distinción a la que puede
contraponérsele otra, por ejemplo, la de autonomía
de la opera-ción/frente a un entorno.
II. El conocimiento es posible, no porque exista un último
fundamento del empleo de las distinciones, sino porque es una operación
clausurada.
Se trata, entonces, de un entramado recursivo de empleo de distinciones.
Cuanto más se empleen distinciones, más se expanden
los límites internos de esa clausura.
Se puede expresar también de esta otra manera: el conocimiento
es posible en la medida en que produce y utiliza redundancia —redundancia
entendida en el sentido de delimitaciones internas del sistema
cognoscente, con la consecuencia de que una determinada observación
hace que las siguientes observaciones se vuelvan probables/o improbables.
III. El
paso decisivo hacia el "constructivismo" se lleva a
efecto en la medida en que se admite la afirmación de que
para
todo aquello que haya que distinguir (y no sólo para lo
negativo),
no existe nada en el entorno que le corresponda.
Por consiguiente, la unidad de la distinción con cuya ayuda
se llevará a cabo el conocimiento, esta constituida internamente
en el sistema. Conocer no es ni hacer una copia, ni una representación,
ni un retrato del mundo exterior. Conocer es la realización
de una plusvalía/producto de una combinación que
se logra llevada de la mano de las inferencias producidas por un
sistema cerrado.
IV. Sólo
este sistema que emplea distinciones en calidad de
conocimiento, construye el tiempo. Por tanto, el tiempo sólo
existe como una dimensión que se obtiene gracias al empleo
de distinciones: el sistema construye el tiempo en relación
a sí mismo. Las libertades de la construcción del
conocimiento se erigen sobre una radical desimultaneización
del mundo.
V. Porque el conocimiento no es sino
el empleo recursivo de
distinciones, ha surgido en la época moderna un modo de
conocer que se designa como observación de segundo orden.
Se trata del desarrollo y establecimiento de maneras de observación
que se obstinan en observar lo que otros no pueden observar. La
crítica a las ideologías, el psicoanálisis
y la sociología del conocimiento se sustentan en este empleo
de distinciones que se legitiman a sí mismas, por el hecho
de que toda distinción supone un "punto ciego".
VI. El conocimiento, entonces, no se lleva a cabo por un sujeto
(ni siquiera entendido de forma trascendental), sino por el sistema
omniabarcador de todos los conocimientos operativamente posibles:
la sociedad.
Comunicación y lenguaje son los que posibilitan el empleo
de distinciones, por tanto, el empleo del conocimiento. Todas las
distinciones sujeto/objeto, subjetividad/objetividad, individuo/
sociedad, son distinciones que se hacen sólo posibles en
la comunicación, en la sociedad
Arribemos a un resumen
- Conocer es una operación social autónoma,
puesto que las distinciones no pueden establecer una relación
punto por punto con respecto al entorno.
- Conocer es un orden emergente: no existe
un continuum energético
ni de realidad que puede ser enlazado al conocimiento.
El conocimiento construye la perspectiva con la que acomete
la realidad (no el material).
- Clausura de operación: el conocimiento
constituye una operación "herméticamente
cerrada", si
se entiende con precisión que lo cerrado está puesto
en el orden del control de la emergencia de las distinciones.
- Las estructuras del conocimiento son expectativas
autoconstruidas a partir de las mismas distinciones. Son condensaciones
conceptuales que se desprenden del contexto concreto en el
que nacieron, para poder ser aplicadas a otro contexto.
- Conocer es en último término
una operación
autopoiética, en el sentido de que todo conocimiento
asegura su punto de arranque y cada paso subsecuente lo somete
a un código
binario que puede tener éxito o fracasar. Por lo tanto,
conocer es el polo opuesto a la realización de un plan
que se traza paso por paso.
¿Y
el ser humano?
La opción (¡arbitraria!) en favor de una teoría
de sistemas sustentada en la operación conduce
necesariamente a ubicar al ser humano en el entorno del sistema
sociedad. Esto destruye el formato de todas las teorías
universales a las que estábamos acostumbrados y apunta hacia
un diseño teórico que sirve de visión del
mundo (cosmovisión). Donde antes estábamos acostumbrados
a observar unidades discretas articuladas (la realidad social,
los problemas concretos, los individuos), hoy, desde una perspectiva
insólita, observamos una multiplicidad de operaciones que
siguen la dinámica de su propia autopoiesis. Ahí donde
veíamos una correlación articulada y un continuum del
mundo en el que todo deberá quedar enlazado por procesos
causales y teleológicos, hoy se esboza una comprensión
de una complejidad mas alta. Autopoiesis significa un mundo en
el que se expanden, simultáneamente, la causalidad y la
autonomía las dependencias y las independencias; la necesidad
de planeamiento y la evasividad del proceso evolutivo; mayor racionalidad
y, al mismo tiempo, aumento de transracionalidad expresada bajo
las designaciones (todavía incomprendidas) de afectividad,
expresividad, espontaneidad, informalidad.
Y uno se pregunta después de todo esto, por qué se
ven tan mal y por qué se rechaza tan fuertemente el emplazamiento
del ser humano en el entorno del sistema llamado sociedad (y sobre
todo: en el entorno de todos los otros sistemas sociales)... Si
se analiza con precisión la tradición humanista,
se descubre que está fincada en presupuestos que actualmente
ya no son aceptables. En realidad el emplazamiento del hombre en
el entorno del sistema no es tan ruin como se piensa. Yo al menos
no me cambiaría. La angustia surge cuando se pregunta si
con este concepto de teoría se va a impedir que la sociedad
se haga más humana. Ahora bien, la teoría de sistemas
no parte de ningún tipo de semántica social; en cambio,
orientadas por figuras sustentadas en el hombre, se han cometido
experiencias terribles, por lo que más bien habría
que prevenir en contra de ello. Con frecuencia las representaciones
sobre el hombre a lo único que han llevado es a agudizar
las asimetrías de las referencias externas de los roles
y a proyectarlas sobre la sociedad. Pensemos en la ideología
racista, en la distinción elegidos/condenados, en la prescripción
doctrinaria socialista, o en la ideología del Melting-Pot tan
cercana al american way of life. No hay teorías
que llamen la atención sobre la humillación a que
ha dado pie este humanismo, o que prevengan sobre nuevos intentos.
De igual manera el anonimato al que se somete al hombre con el
tan traído "discurso ético" está cercado
con la misma problemática; aparte de que dicho discurso
esta sustentado en el terreno resbaladizo de la lingüística
y sobre el derrumbe del sujeto trascendental con el único
propósito de salvar un concepto normativo de racionalidad.
Lo que hace falta es un verdadero trabajo para pensar en una teoría
adecuada sobre la sociedad. Desde, sus clásicos, la sociologia
no ha omitido esfuerzos para cumplir con la tarea de disponer de
una forma de sociedad según la imagen de la esencia del
hombre —sobre lo cual las sociologías sensibles siguen
hoy llamando la atención. El prejuicio humanista parece
pertenecer a los obstáculos epistemoló-gicos, justo
por estar tan naturalmente asegurado por la tradición, con
la consecuencia de que bloquea el acceso a una descripción
suficientemente compleja de la sociedad moderna —en la que
nosotros estamos emplazados formando parte del entorno como co-ejecutores
y como perjudicados.10
Notas
- En un ensayo extenso
escrito para la Unesco, el Ing. Luis Vergara
Anderson ofrece una visión panorámica de la teoría
de sistemas y las ciencias
sociales. Aquí cito sólo lo referente a la Sociedad
para la Teoría General de
Sistemas: "Parece ser que desde los últimos
años de la década de los años
treinta Ludwig von Bertalanffy concibió la posibilidad
de una teoría general
de los sistemas. La comunicación publica a la comunidad
científica de esta
concepción, sin embargo, no tuvo lugar hasta después
de concluida la Segunda Guerra Mundial, siendo 1945 el año
en el que fue publicado el primer artículo a ese respecto.
En 1954, por una iniciativa conjunta de Von Bertalanffy (biólogo)
y Anatol Rapoport (matemático), se fundó, bajo
los auspicios de la American Association for the Advancement
of Science, la Society for General Systems Theory, la
cual al poco tiempo modificó su nombre para denominarse Society
for General Systems Research y que recientemente lo
ha vuelto a modificar otras dos veces, para transformarse,
primero, en la International Society for General Systems
Research y,
finalmente, en la International Society for the Systems
Sciences (ISSS)": Luis Vergara Anderson, "La
Teoría
de Sistemas y las Ciencias Sociales" en Ciencia, tecnología
y desarrollo, Eduardo Martinez (comp.). Caracas, Venezuela,
Nueva Sociedad, 1994, p.132.
- Janos Kornai, Anti-equilibrium-on Economic
Systems Theory and the
Tasks of Research, Amsterdam, 1971.
- Para una visión mas exhaustiva, véase
Niklas Luhmann, Introducción a la teoría
de sistemas. Lecciones publicadas por Javier Torres Nafarrate.Mexico,
Anthropos/U. Iberoamericana/Iteso, 1996, Leccion 2.
- Thomas S. Kuhn, La
estructura de las revoluciones científicas,México,
Fondo de Cultura Economica, 1971, p. 277.
- The Julian Press, Nueva York, 2- edition,
1977.
- Niklas Luhmann, Sistemas
sociales. Lineamientos para una teoría
general. México, Alianza/U. Iberoamericana, 1991,
p. 17.
- Niklas Luhmann, Sistemas sociales, op.
cit., p. 33,
n. 19.
- Niklas Luhmann, Introducción a
la teoría
de sistemas, op. cit.,Leccion 14.
- Humberto Maturana Romesin, La
realidad: ¿objetiva
o construida?.
I. Fundamentos biológicos de la realidad. Barcelona,
Anthropos/U. Iberoamericana/Iteso, 1995, p. 49.
- Niklas
Luhmann, "Die Tiicke des
Subjekts und die Frage nach den
Menschen", en Der Mensch —das Medium
der Gesellschaft?, Peter Fuchs/
Andreas Gobel (comps.). Francfort, Suhrkamp, 1994, pp. 55 y 56.
|