PREMISAS Y PROPUESTAS PARA LA CONSTRUCCIÓN DEL PSUV
Por: Comuna Crítica para la Construcción Colectiva
Fecha de publicación: 17/07/07

La crisis social, económica y política del capitalismo en su fase imperialista, en las dos últimas décadas del siglo XX y principios del XXI, acarreó simultáneamente una profunda crisis en las estructuras de las organizaciones sociales y políticas que están, o estaban, al servicio de los intereses de las oligarquías y del imperio. Estos cambios obligan también, ante las nuevas realidades del proyecto imperialista neoliberal, a que los partidos que representan a los sectores progresistas y revolucionarios superen los modelos pasados. Igualmente, la crisis del modelo de socialismo burocratizado, nos obliga a la búsqueda creadora de nuevos códigos y preceptos políticos y organizativos. Tal como decía Samuel Robinson “Inventamos o erramos”.

Con el propósito de avanzar en la vía venezolana al socialismo es obvio que el partido también debe adecuarse a las características del proyecto que estamos construyendo, para profundizar la independencia de la República, en tránsito hacia la construcción del Socialismo Bolivariano.

Como decíamos en el Prólogo del libro de Luís Bilbao, “Teoría y práctica del partido revolucionario”:

“Vivimos tiempos de convulsión social y política partera de cambios y transformaciones. Históricamente se puede demostrar que es en momentos como éste en los que los pueblos han evidenciado las carencias y debilidades ante la ausencia de organizaciones políticas y populares sólidas, unidas y claras para acompañar el salto cualitativo de las masas en su espontaneidad creadora y su madurez cuando están listas para el salto revolucionario. La unidad popular, en Venezuela y en América Latina y el Caribe, se debate hoy entre; consolidar un instrumento político que conduzca, dirija y consolide sus luchas y avances como proyecto revolucionario; o permanecer orgánicamente dispersas para continuar sometidos a los dictámenes de corporaciones trasnacionales y oligarquías que practican programas y proyectos que inevitablemente conducen a la extinción de la especie humana”.

Hoy ello no está en discusión, salvo excepciones que pretenden atrincherarse en viejas y aisladas estructuras o fracciones. Sin embargo, ese instrumento político al que nos referimos debe tener algunos puntos de partida básicos que debemos discutir y ante los cuales tenemos que lograr coherencia y claridad.

En el marco del “Congreso Comunal de Caracas, hacia el Socialismo del Siglo XXI”, realizado durante tres meses en la ciudad capital, concebido como espacio de construcción colectiva para generar aportes, entre otros, en la definición del programa, la organización, la táctica y la estrategia del PSUV, hemos encontrado y percibido diversas corrientes de pensamiento en las que se inscriben aquellos que han declarado su voluntad de ser parte del mismo.

Como consecuencia de este proceso hemos identificado una vertiente que, más allá de sus inclinaciones favorables a las ideas de Bolívar, Martí, Marx, Lenin, Mao, Trotsky, Gramsci, el Che Guevara, Mariátegui y Rosa Luxemburgo, entre otros, coincide en pensamiento, estrategia y acción, con la necesidad de impulsar un partido revolucionario de nuevo tipo, auténtico, no sólo por sus orígenes, si no también, por su compromiso con los excluidos.

Hemos creído ineludible contribuir a este proceso desde una perspectiva crítica, apropiándonos de un discurso y una praxis que identifica un modo particular de ver el proceso de transformación pero, además, concebir un militante y un partido que atiendan las necesidades de los tiempos que vivimos.

Convencidos de la necesidad de orientar y ganar la voluntad de la mayoría, de manera democrática, para la construcción certera del PSUV, fuerte y sólido en sus principios teóricos y su práctica organizativa, hemos decidido, con humildad y firmeza, elaborar y difundir este papel de trabajo, que contiene las premisas fundamentales que nos identifican, con el fin de provocar y contribuir al debate:

Premisa I:

Creemos fundamental en la transferencia del poder del viejo Estado al pueblo organizado. Debemos rescatar la verdadera esencia de la democracia como proceso de acción y participación protagónica del pueblo. La transferencia del poder es, ante la centralización por parte del viejo Estado, la desordenada descentralización y la inoperante desconcentración, la opción más expedita para hacer eficiente el proceso de democratización del poder sin intermediarios. Esto no niega la necesidad, durante un período de transición por definir, de un Estado fuerte, con autoridad, planificado y que ejerza control, pero a la vez supeditado al poder vinculante de las organizaciones sociales (art. 70 de LCRBV), las cuales deberán incidir directamente en la planificación, ejecución, evaluación y sanción de proyectos de impacto local, regional y nacional, apostando incluso a la posibilidad de incidir en el plano internacional a través de la integración de los pueblos en la lucha por la autodeterminación y/o el intercambio que propicie relaciones fraternales y solidarias con todos los pueblos del mundo. Esta premisa, como las otras que hemos de mencionar, requiere de garantías institucionales y económicas para la formación y capacitación de los ciudadanos y ciudadanas organizados en función de generar las competencias necesarias para lograr éste y otros objetivos.

Premisa II:

Creemos en la construcción colectiva del poder popular. Durante años se ha despreciado el saber y la experiencia popular, considerados como el producto de la ignorancia, desconociendo la riqueza y profundidad que posee. Asumimos que el poder vertical es la reproducción del modelo de dominación imperialista, por lo que la horizontalidad en las relaciones políticas permitiría que, de manera colectiva, se desarrolle la construcción del poder que naturalmente corresponde al soberano y que ha sido expropiado, como producto del apoyo y los intereses imperialistas impuestos desde el exterior, por la oligarquía local.

El socialismo supone la ruptura de la desigualdad en el plano del ejercicio del poder, esto es la división entre dirigentes y dirigidos, entre quienes mandan y quienes obedecen. En este sentido, confiamos en que los saberes populares están labrando el camino para la emancipación (más aún que la simple libertad como concepto abstracto o la “igualdad ante la Ley”, idea ésta profundamente burguesa) a través de variados e incontables procesos de carácter local. Por ello vemos al partido como un instrumento emancipador del pueblo, el cual profundamente enraizado en él, ha de convertirse en el arma política de los movimientos sociales para garantizar el ejercicio efectivo del poder popular, en sus distintas variantes, e impedir que los explotadores conserven, o retomen, el control del Estado o, -como en experiencias del pasado que tuvieron como norte la liberación de la humanidad-, éste se convierta en una herramienta asfixiante de la sociedad para instituir nuevas formas de dominación. Es por ello, que el partido deberá facilitar y potenciar la instalación de redes comunales que faciliten la construcción colectiva del poder, para un nuevo Estado, propulsando la transferencia de poderes al pueblo de la vieja estructura estatal, sólo concebida para la acumulación de capital y perpetuar la explotación humana y de la naturaleza, en beneficio de privilegios excluyentes y en detrimento de la naturaleza. A su vez el Partido es el espacio necesario para transformar, que no reformar, el aparato estatal que heredamos, hacerlo eficiente para la sociedad, particularmente para las mayorías, deuda esta que estamos por saldar y que constituye un obstáculo para el avance de la revolución. Esto último es crucial, porque el Estado puntofijista fue estructurado y concebido a la medida de los intereses que el imperialismo y la oligarquía requirió, para sojuzgar a los sectores sociales explotados, disfrazando, bajo el manto de la democracia representativa, la pretensión de perpetuar para siempre la exclusión y la desigualdad.

Para la profundización del proceso y la marcha hacia el socialismo es necesario un Estado verdaderamente revolucionario, por lo que es urgente la construcción de uno nuevo. Cuando hablamos de poder popular nos referimos a la vez a la demolición del viejo aparato estatal, a la creación de otro, caracterizado por el protagonismo y la presencia del soberano en todos sus niveles de dirección, control y decisión.

Premisa III:

Creemos en la autonomía del poder popular. No podemos concebir que las organizaciones sociales se deban a la imposición de un partido; creemos profundamente en la independencia de criterio y conciencia de los colectivos y nuestra acción se debe al respeto de esta autonomía como la única que ha hecho posible la riqueza, el dinamismo y la amplia participación del pueblo, acelerado esto por el certero e indudable liderazgo del Comandante Chávez. Consideramos que cualquier acción que se proponga el partido debe estar orientada por el espíritu de persuadir y sumar voluntades del poder popular. Negamos la imposición de criterios, ideas o proyectos e invitamos a ser crítico-constructivos de las ideas que nazcan de otras organizaciones o colectivos de carácter político, así como de las instituciones del Estado. Es por ello que nos consideramos facilitadores de los procesos de toma de decisión de diferentes sectores, siempre y cuando vayan en beneficio del colectivo mayoritario, dando continuidad al curso exitoso de la revolución. La necesaria autonomía del poder popular, orientada conforme a los principios tácticos y estratégicos de la revolución bolivariana, es la única vía a través de la cual garantizaremos el desarrollo de la revolución socialista y bolivariana.

Premisa IV:

Creemos que, como militantes del proceso revolucionario, debemos ser críticos en el seno del partido y disciplinados para acatar y defender las decisiones mayoritarias del mismo, aún a pesar de disentir de ellas. Creemos que la confrontación dialéctica (proceso de contraposición de dos o más ideas contrarias que permiten la construcción de una nueva, distinta a las anteriores y superior a ellas) es el método de pensamiento necesario para el debate y el desarrollo de las ideas dentro del partido. Ello nos lleva a asumirnos como una línea de pensamiento crítico que jamás aceptará una idea “pura” sino, al contrario, que trabajará para que toda propuesta sea sometida al más riguroso debate como paso previo a su incorporación en nuestro accionar. Trabajaremos para que todo, absolutamente todo, se someta a este método; igualmente seremos disciplinados al aceptar una idea como propia, aún cuando en el debate no haya sido lo suficientemente convincente como para persuadirnos a apoyarla, siempre y cuando la mayoría esté de acuerdo y así la asuma. Esta premisa no debe dar cabida nunca al democratismo o anarquismo. La disciplina en las tareas de la revolución asignadas es imprescindible para el triunfo.

Premisa V:

Creemos en el conocimiento como arma fundamental para emancipar a nuestro pueblo. La revolución es ante todo un hecho cultural. Para ello es imprescindible la formación política y la reafirmación de los valores culturales del pueblo, como vía para el logro de una sociedad socialista, emancipada, igualitaria, solidaria, justa, fraterna, con igualdad de condiciones más que de oportunidades. Para lograr esta premisa, la adquisición de conocimientos debe reivindicar la sabiduría del pueblo, basarse en valores socialistas para avanzar en la construcción colectiva del saber, recurriendo para ello a la utilización de lo acumulado históricamente por la experiencia, tradicional o no, de nuestro país o de otros procesos revolucionarios de América Latina, el Caribe y del mundo, que demuestren su efectividad, pertinencia y aprobación por parte de los colectivos.

Premisa VI:

Creemos que la ética revolucionaria es el principal soporte del ejercicio de la autoridad y la militancia. Ella no puede estar supeditada a consideraciones de carácter táctico o circunstanciales, a condiciones momentáneas según las cuales el logro de una tarea o meta justifica cualquier tipo de conducta por más desviada que sea. Parafraseando y, a la vez, superando a Maquiavelo decimos que “Los principios revolucionarios determinan los medios para el logro de las tareas y los objetivos”.

Los valores sobre los cuáles se expresa la moral - como el ejercicio del deber revolucionario hasta sus últimas consecuencias, la honestidad, la transparencia y la lucha contra la exclusión - constituyen pivotes sobre los cuales se erige la fuerza de la revolución en el desarrollo del combate antiimperialista, la creación de un Partido masivo de vanguardia y la lucha por la construcción del socialismo bolivariano. La ética revolucionaria está reñida con el ejercicio individual del poder, ya que éste conduce a nuevas formas de opresión y conspira contra el protagonismo colectivo, cada vez más necesario para las luchas actuales y las que se avecinan. La ética revolucionaria debe expresarse de manera clara en la práctica cotidiana y no sólo en las palabras, si hemos de crear una organización sólida para el proceso de transformación. Por ello la lucha contra la corrupción y el burocratismo es una prioridad del militante de la Revolución Bolivariana.

Premisa VII:

Creemos en un partido antiimperialista y socialista. Si entendemos que la construcción del Socialismo Bolivariano pasa necesariamente por la autodeterminación nacional y la independencia de la patria, concluiremos que el carácter del proceso actual debe estar condicionado por la definición antiimperialista y en esa medida debe serlo el partido revolucionario. Entendemos, como lo señalaba Mariátegui, que es imposible el desarrollo pleno del antiimperialismo, sin avanzar progresivamente hacia el socialismo, por lo cual el partido debe encarnarlo como objetivo supremo y estratégico. Nuestro partido debe reivindicar el nacionalismo revolucionario y el internacionalismo que nos enseña que “La patria es la América”

Premisa VIII:

Creemos en un partido socialmente heterogéneo. El bloque histórico social llamado a ser la vanguardia de la revolución comprende mucho más que las clases trabajadoras (la clase obrera o proletariado). Éste debe estar conformado por todas las fuerzas revolucionarias en una síntesis que congregue a los y las trabajadoras, amas de casa, estudiantes y productores (as) del campo y la ciudad, las mujeres o minorías enfrentadas a la exclusión sexista, los pueblos originarios vilipendiados y sobre-explotados, las etnias y nacionalidades sometidas y discriminadas, los y las excluidas social y culturalmente, la juventud discriminada y subordinada, los movimientos ambientalistas, en fin por todos los y las discriminadas por la gran burguesía local y transnacional y a los y las afectadas por la ofensiva neoliberal del capitalismo.

Premisa IX:

Creemos en un partido fuerte, omnipresente, pero no omnipotente. Consideramos que el Estado, el Gobierno y las organizaciones sociales deben ser autónomas e independientes entre si, ello no quiere decir en ningún caso que deben confrontarse y mucho menos enfrentarse. Quiere decir que debe haber una definida diferencia entre las tareas y competencias de unas y otras. La tarea del partido debe ser la de servir en todo momento de garante y conductor del proceso organizativo, de movilización y referente programático e ideológico de las conductas éticas y morales de los revolucionarios y de las orientaciones y acciones generales que hagan posible la conducción del proceso bolivariano antiimperialista hacia la construcción del socialismo.

El partido, por ejemplo, no puede asfixiar o confiscar la autonomía de los sindicatos, de los Comités de Tierra o de los Consejos Comunales. Esto sería repetir los errores de la URSS, en la que el Buró Político se “tragó” al Comité Central y con ello al partido, convirtiéndose en la autoridad suprema del gobierno, que a su vez dirigía al Estado, y este controlado por el Secretario General del Buró, acabó con el PCUS, mientras este hacía lo mismo con los soviets, el legítimo poder popular de las masas en la Revolución Soviética.

Evidentemente, en un gobierno revolucionario los intereses, facultades y obligaciones de cada quien, si bien son diferentes, deben estar articulados en una relación dialéctica de unidad y autonomía, máxime cuando una de las definiciones fundamentales del Socialismo Bolivariano que promovemos es el rescate del principio de una democracia integral, protagónica y participativa, para la construcción y defensa del proceso.

A partir de estas premisas proponemos que el Partido Socialista Unido de Venezuela sea:

1.El espacio colectivo de dirección y orientación táctica y estratégica de la revolución socialista bolivariana, conformado por las venezolanas y venezolanos comprometidos con el proceso revolucionario que manifiesten su voluntad de afiliación, asuman los principios estatutarios y la responsabilidad por el financiamiento del partido.

2. Heredero y fiel expresión de la corriente histórica social de nuestros antepasados y los héroes de las luchas por la libertad, la igualdad social y la autodeterminación. Para la construcción del socialismo, a partir de la experiencia histórica de nuestra patria y de Latinoamérica y el Caribe, y a la vez, inspirados por las tendencias del pensamiento libertario mundial, busca la construcción de un modelo social original, siendo consecuente con el ideal bolivariano.

3. Propulsor de la unidad de todos los sectores y organizaciones sociales que contribuyan al cambio y al progreso social, entendido este último como la mejor manera de distribuir la riqueza, enarbolando la equidad social en el ámbito político de mayor estabilidad y libertad posible.

4. Vigilante del comportamiento de los dirigentes y militantes para contrarrestar la influencia de la ideología dominante que lleva a quienes ocupan cargos de responsabilidad política, económica o social en el proceso, a utilizar con fines personales el ejercicio del poder y hacer de éste una parcela para el usufructo o provecho propio. Esas tentaciones y comportamientos deben ser erradicados por completo. La vanidad, la soberbia, la adulación, el afán de lucro, el pragmatismo, la ineficiencia burocrática, en fin el alejamiento de los principios revolucionarios deben combatirse con firmeza hasta desaparecer para potenciar las fuerzas revolucionarias, bolivarianas y socialistas. En el partido el dirigente es un militante más, o mejor aún: el militante más ejemplar y abnegado. El militante, sea o no dirigente, es el hombre o mujer llamado a ser ejemplo del “hombre nuevo” que debemos construir.

Además, proponemos que el PSUV tenga como guía:

1. La consecución del socialismo, el desarrollo endógeno, sustentable y autogestionario, teniendo como principio la autonomía e independencia alimentaria, el equilibrio ecológico y la protección ambiental, así como el aprovechamiento racional de los recursos naturales para superar las necesidades y carencias urgentes de los sectores sociales más vulnerables. El proyecto de emancipación, además de suprimir las desigualdades en el campo económico, debe ser abarcador y total hasta erradicar todas las expresiones de opresión, incluyendo las políticas y culturales, ello implica entonces la eliminación progresiva de cada una de ellas: patrones-asalariados; trabajo manual-trabajo intelectual; dirigentes-dirigidos; campo-ciudad; desigualdades de género y generacionales; discriminación étnica; dominación tecnológica, cultural o comunicacional, entre otros.

Proponemos que su misión sea:

1. La defensa irrestricta de la revolución bolivariana, la soberanía del pueblo y la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela; el impulso de la unidad cívico-militar bajo la concepción de guerra de todo el pueblo para la defensa de la integridad nacional; la construcción de la sociedad socialista; la educación y el desarrollo del conocimiento en los principios bolivarianos, socialistas y antiimperialistas; la organización del pueblo para profundizar la movilización permanente, la contraloría social, el protagonismo y la democracia participativa.

Y que como principios organizativos el partido tenga:

1. La elección directa de todos sus niveles dirigentes, el libre debate y el respeto de las ideas en el marco de los principios revolucionarios y bolivarianos, la revocatoria del mandato y la sujeción de la minoría a las decisiones de la mayoría. Debe desarrollar exigentes criterios y condiciones transparentes en las postulaciones a los cargos dirigentes, dejando a un lado la manipulación de la militancia, el clientelismo y el “compadrazgo”. Todo acto de elección debe estar ceñido de manera estricta a la evaluación y decisión voluntaria de la militancia, orientada por la conciencia y consecuencia revolucionaria.

Por último, en lo internacional proponemos que:

1. Sean principios internacionales del partido: la solidaridad, la lucha antiimperialista, el respeto a la autodeterminación de los pueblos, la lucha por la paz y la amistad, el reconocimiento a la diversidad étnica y cultural y la integración latinoamericana y caribeña para cumplir el sueño del Libertador.

El debate de esta propuesta permitirá sentar las bases para una discusión que lleve a las definiciones necesarias del proceso revolucionario en la presente etapa.

Así mismo, es necesario reflexionar acerca de la estrategia y la táctica, la definición de la etapa, el enemigo principal, las alianzas y compromisos para el logro de los objetivos tácticos y estratégicos, todo lo cual deberá ser incorporado a los dos documentos básicos del partido: sus estatutos y su programa.

¡La Revolución es poder del pueblo!

¡Patria, Socialismo o Muerte!
¡Venceremos!

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